En lo alto de un cerro, al otro lado de la carretera y mirando hacia el río Ebro y lo que queda del puente de Mantible, unas ruinas muestran la existencia de una fortificación, el castillo de Assa, una parte de la historia de Rioja Alavesa y en buena medida del reino de Pamplona-Nájera, que permanece abandonado. Algunos estudiosos, como Salvador Velilla, alertan de esa dejadez y rescatan de viejos archivos los apuntes de su historia real.

Aprovechando el reciente Día del libro, a través de redes sociales, Salvador Velilla regaló a sus muchos seguidores el fruto de las investigaciones que ha realizado, tanto en fondos documentales, como visitando el lugar de las ruinas.

El vigilante del puente Mantible

Cuenta que no hay un cartel para llegar hasta el castillo. Por eso, lo mejor es tomar la indicación puente Mantible, que está en la carretera A-124, una vez dejadas atrás todas las edificaciones en el entorno de Assa, dirección Logroño. Justo al comenzar la cuesta de la Espirilla se toma una entrada que sale hacia poniente y se sigue la carretera vieja, aún embreada, hasta lo alto. Una vez llegados a una curva, hay que caminar por el borde de una viña con miras al Ebro y al puente Mantible y en menos de diez minutos se llega al pie de un pequeño montículo que conserva los pocos restos que quedan del viejo castillo.

El término es un pequeño montículo que se conoce como los Castillejos. Es un tanto complicado abrirse camino entre las ramas y matas, pero se puede ascender a lo alto y, ya arriba, contemplar sierra de Cantabria al norte, la Peña de Lapoblación al noreste y a los pies una amplia llanura cubierta de viñedos, la Serna del Castillo. No lejos, los dos arcos que quedan, de los siete que tenía el puente en su origen, en reconstrucción el de la margen derecha, tras haberse derrumbado en enero de 2021, que lleva a pensar que este pequeño castillo tenía como función la vigilancia del puente, detalla Velilla.

Buceando en archivos y bibliotecas, este estudioso de la historia encuentra que la primera noticia escrita sobre el castillo de Assa data del año 1033 cuando, en un privilegio otorgado por el rey Sancho III en Oña, aparece firmando como testigo un tal Lope de Oisgandariz, alcaide, merino y señor del castillo de Assa. En 1237, el rey de Navarra encomienda a Martín Sanz de Viana la guarda del castillo de Assa durante doce años con todas sus heredades. En 1364 es alcalde del castillo de Assa Pedro Arnalt Sanz. En 1364, el rey Carlos II de Navarra ordena al tesorero del reino que asigne a Pere Arnalt de Morrenable, alcaide del castillo de Assa, lo debido por los gajes de quince hombres de a pie. Y en 1379 se dan ochenta liras de carlines prietos por los gajes de ciertos hombres de a pie que han estado defendiendo dicho castillo durante la guerra. Luego, en 1380, el rey Carlos II le da la otra mitad de la codiciada Serna de Assa a Pero Ximenez de Laguardia, que ya disfrutaba de la otra mitad.

Como acontecimiento notable, porque se refiere a la entrega de ese enclave a la villa de Logroño, Velilla cuenta que en 1430 el rey de Castilla, Juan II, expide una carta otorgando el castillo de Assa y la fortaleza de Oion a Logroño, entonces villas. La representación de Logroño, con el alcalde Juan Molino a la cabeza, celebró la entrega “en la era frontera a la puerta de la barrera del castillo”, recorriendo posteriormente los campos del entorno de castillo en señal de posesión y desplazándose luego a Oion.

Lo estratégico del enclave provoca que el rey Enrique IV confirmase años más tarde esta posesión de la Serna del Castillo, a la vez que ordenaba derribar el castillo. En 1461 la villa y tierra de Laguardia pasa a poder de Castilla y el monarca castellano regala a su mujer Laguardia y el castillo de Assa (ya derruido) con su rica vega ribereña, que se conocerá en los documentos como la Serna del Castillo. A partir de esta fecha ya no aparecen noticias sobre el castillo en la documentación navarra.

En tiempos de los Reyes Católicos, la ciudad de Logroño logra que se le restituya el castillo y las tierras para posteriormente pasar definitivamente a poder de la villa de Laguardia el 2 de diciembre de 1536. Pocos años después, en 1553, llega una licencia papal para que en la Serna del Castillo se construya una iglesia, siendo en 1673 cuando la iglesia parroquial de Las Casetas se traslada al actual poblado de Laserna, tras lograr permiso del obispado de Calahorra.

En el transcurso del trabajo de campo realizado por Salvador Velilla, comenta que el pequeño montículo sobre el que se asientan las ruinas del castillo de Assa ya dice que no pudo ser una edificación de gran tamaño. En ayuda del investigador viene el registro de Navarra, donde se anotaban los gastos e ingresos que tenía la Hacienda del viejo reino y un libro recientemente publicado de Iñaki Sagredo, se apoya en los restos que se conservan para trazar un plano de cómo pudo ser el castillo.

Además, ha sido posible conocer las restauraciones que se llevaron a cabo antes de su demolición. Así, Velilla describe que en el año 1280 se adecentó la cisterna o aljibe y se cubrió la capilla: “En el castillo de Assa, por adobar la cisterna et cobrir la capilla et huna casa…”. En 1354 se hacen importantes obras en el recinto: una escalera de pasos de piedra junto a la puerta, se reteja el palacio y el establo y se reforma el horno, haciéndose gastos en cabrios, vigas, tequillo “y una arquera para defender la puerta”. También se arregla la cubierta se la torre y se colocan tejas.

Además, Pierres Andreo, masonero del rey, embetuna con betún, sebo y aceite el aljibe, aljibe que debía de tener fallos en su fabricación, pues es raro el año que no sufre desperfectos. En 1374 se hace una cámara sobre la puerta y se arreglan los canales que llevan el agua al aljibe. Entre los años 1386-87 era alcaide Sancho Ruiz de Ubago y entre 1422 y 1424 lo fue Gil Fernández de Ubago, que recibió diez y seis libras para reparar las goteras del castillo. A la muerte del alcaide Gil Fernández, continuaron encargados del castillo su mujer Elvira y su hijo Michel. En 1429 se trabajó de nuevo en la torre del castillo de Assa que “era muy fermosa por atrevida”.

Doble muralla

En la actualidad –continúa Salvador Velilla–, los restos que se conservan “nos hacen pensar que debió contar con doble muralla defensiva y, como ya se ha dicho, con torre del homenaje, situada en el centro de la edificación, donde aún se puede ver un gran socavón”. En el lado noreste quedan restos del aljibe, con las paredes recubiertas de una masa de color ocre y en el lado norte, se ven “grandes paredes de tres metros de altura con una longitud de varios metros. Estos muros parece que formaban parte del recinto defensivo. Por su estructura podían ser dependencias o habitaciones, e incluso torres adosadas de forma rectangular” (Iñaki Sagredo).

En conclusión, el castillo de Assa, junto con el puente Mantible y los restos del poblado (en jurisdicción de la villa de Laguardia) son todo un testimonio del rico patrimonio, arruinado y abandonado, que se asienta en torno al gran meandro que el río Ebro traza en esta zona. Para Velilla, es “un trozo del pasado histórico que debemos conocer, cuidar y conservar para dejarlo en igual o mejores condiciones en las que nos ha llegado”. Una ilusión, quizá, pues hasta el presente, al castillo de Assa no se le ha prestado ninguna atención para visibilizar y poner en valor esas páginas de la historia de Rioja Alavesa.