Conchi lleva detrás del mostrador de su tienda más de 30 años. Ahora le acompaña su hijo Gaizka en la calle Domingo Beltrán, aprendiendo el negocio en un sector que está en plena extinción en Vitoria.

"Antes todos los barrios tenían su ferretería para bajar a comprar en un momento todo lo que necesitaras. Pero ahora quedamos cuatro o cinco en Vitoria", explica esta vendedora de Coronación.

Ferretería Alegría (el nombre viene por el apellido de la familia, Ruiz de Alegría) abrió sus puertas en el año 1961, en el barrio de Coronación, "cuando delante de la tienda pasaba todo el tráfico para salir de Vitoria", recuerdan los propietarios de este negocio por el que ya han pasado cuatro generaciones.

Empezaron los bisabuelos de Gaizka, que llegaron desde Balmaseda y alquilaron dos locales que convirtieron en uno solo muy amplio para vender muebles. Hasta que a los diez años pasó a ser la ferretería que conocemos hoy en día (Teléfono: 945 22 16 92; WhatsApp: 945 22 16 92; Correo: ferreterialegria@hotmail.com).

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De la oficina a aprender de los tratantes

Conchi trabajaba en una oficina cuando sus suegros le propusieron entrar a trabajar en el negocio familiar. "Yo no tenía ni idea de la ferretería pero me animé, ¿por qué no? Ahora tengo un master en casi todo, desde pegamentos hasta llaves", dice con humor.

Reconoce que aunque fue difícil, ha aprendido mucho de este negocio, "sobre todo los que más me han enseñado han sido los tratantes de antes, con los que aprendí de todos los artículos a valorar la calidad y a distinguir y saber qué comprar para la tienda".

Más de 30 años dan para mucho, y Conchi tienen a sus espaldas cientos de anéctodas de todo tipo, desde un vecino que se le quemó el piso en pleno confinamiento y llamó a la ferretería para conseguir un caldero donde poder lavarse, hasta una chica que llevó un cazo pensando que estaba estropeado, pero lo que pasaba es que no lo había lavado en dos meses.

Clientes de otros barrios

Hasta esta ferretería de la calle Domingo Beltrán llegan clientes de toda la vida de Coronación hasta gente de otros barrios de la ciudad. "Antes todos teníamos una ferrería al lado de casa o muy cerca. Pero ahora quedamos muy pocos negocios de este sector en Vitoria". Han ido cerrando todas estas tiendas donde podías comprar casi de todo, sin relevo generacional para seguir al frente.

Reconocen que tienen una dura competencia en dos ámbitos, las grandes superficies y las compras online. "Hay gente que no se corta, llega a la tienda y saca fotos a productos que luego pide por Internet. O hay personas que me preguntan un montón de cosas sobre un artículo, y luego con toda la información se van a otro sitio".

Después de tantos años al frente de esta mítica tienda de Coronación, trabajando de lunes a sábados ("y con pocas vacaciones", como reconoce Conchi), sabe perfectamente quién entra y comprará y la persona que no se va a llevar nada. "Se nota nada más que el cliente entra".

¿Qué buscamos en un ferretería?

Lo que está claro es que la persona que compra en esta ferretería sabe lo que quiere: calidad en lo que compra (da igual que sea una plancha, una cafetera, una sartén, unos cables o tornillos, una escoba o unas llaves) y dejarse aconsejar y ayudar por la persona que está detrás del mostrador, alguien de confianza.

"Estamos para ayudar. Estamos muy contentos en el barrio pero hay mucha gente mayor que necesita que le echen una mano de vez en cuando, desde una señora a la que le llevamos la tabla de la plancha hasta casa, una cerradura que no va bien o una persiana, hasta algo que se ha estropeado en el baño y no saben qué hacer o poner un riel de las cortinas". En la ferretería tienen un servicio técnico que puede ir a un casa, "pero muchas veces mi marido o mi hijo se acercan como un favor".

Dos largos años de obras en el barrio

Muy contentos en un barrio que lleva más de dos años en obras, lo que está repercutiendo negativamente en las tiendas de la zona.

Las obras y andamios invaden desde hace meses las fachadas, las aceras y la carretera de esta zona de Vitoria para poner a punto lo que pretende convertirse en un ecobarrio modelo a nivel de Europa, dentro del proyecto SmartEnCity, con la rehabilitación de viviendas, fachadas y espacios públicos.

"Todo se llena de polvo dentro, siempre hay y no consigues quitarlo. Además del ruido constante de las máquinas. A esto se añade que la gente mayor deja de venir si ve obras cerca o enfrente de tu tienda, eso está claro".

Descontentos con Ayuntamiento y Diputación

Conscientes de la dificultad de mantener un pequeño negocio, denuncian que las instituciones alavesas no se lo están poniendo nada fácil.

Desde la implantación del Ticketbai que les exige la Diputación hasta la falta de flexibilidad si te retrasas en algún pago. "Somos las tiendas las que damos vida a los barrios, pero las instituciones parece que están para ayudar a los más grandes, a fábricas como Mercedes o a las grandes superficies comerciales. Sentimos que muchas veces no miran por el pequeño negocio de barrio", admite Conchi con preocupación.

Covid y guerra

El momento que vive el pequeño comercio ahora es muy complicado. Conchi asegura que los efectos de la pandemia y ahora de la guerra de Ucrania se están notando entre los clientes.

"Mucha gente prefiere no gastar nada cuando oye noticias a diario de la guerra, e ir tirando con lo que tiene", cuenta. "Está siendo muy complicado seguir adelante con estas circunstancias, y más en un negocio donde llegamos a fin de mes con lo justo. Es un tipo de comercio donde hay bastante inversión en artículos, y muchos gastos a los que hacer frente".

Eso sí, Conchi reconoce que hay una iniciativa del Gobierno Vasco que está ayudando a los comercios de verdad. "Son los bonos que sacan con descuentos de 10 euros en compras superiores a 30 euros y que hay que canjear directamente en el establecimiento comercial. Con esto sí que notamos que vienen más clientes con ganas de comprar".

¿Y de cara al futuro? Hace unos años, Conchi se decidió a comprar las lonjas que la familia cogió en alquiler en los años 60 y el sacrificio para pagarlas está siendo grande. "Mi idea es dejar a mis hijos las dos lonjas pagadas, como una meta que me propongo para cuando yo deje el negocio".