Poner los basureros a dieta y luchar contra el desperdicio de alimentos. Se calcula que en el mundo se tiran cerca de 130 millones de toneladas de alimentos al año a la basura lo que supondría dar de comer a 2.000 millones de personas en todo un año. Esto no es solo un problema ético. Arrastra consigo un problema económico al encarecer en países pobres los alimentos que más se venden en el mundo y también es un problema social. El pasado miércoles se celebró el Día Internacional de Concienciación sobre la pérdida y el desperdicio de alimentos. Con motivo de esta fecha, Marco Gordilla, coordinador de campañas de la ONG Manos Unidas explica a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA que “desperdiciar comida es un acto cotidiano que esconde muchos más impactos de los que podemos ver a simple vista. Para lograr un planeta sostenible, es necesario reducir el desperdicio de alimentos”.
Este problema no solo afecta al territorio alavés o al conjunto de la Comunidad Autónoma Vasca. Es un problema mundial. Solo en el estado español se calcula que se tiran cada año más de 1.300 millones de kilos de comida a la basura, lo que representa un 4,5% de todo lo que se compra. Es decir, el ciudadano saca tiempo libre en su apretada agenda diaria para ir a la compra, elige el alimento, lo paga, lo mete a su bolsa de la compra, lo guarda en el frigorífico y después, cuando lo saca, lo tira a la basura. Esto es lo que ocurre con muchos productos perecederos. En otros casos, ese alimento incluso se llega a cocinar para después repetir la misma operación. Se tira tiempo, comida, dinero y se contribuye a encarecer el precio de los alimentos, según explica el coordinador. De hecho, añade que esto puede parecer una acción surrealista, pero ocurre cada día: “Este es un gran problema que se aborda cuando trabajamos la lucha contra el hambre. Parece algo sencillo, tiramos la comida y no tiene más misterio, pero es un problema complejo con mil cuestiones añadidas”, adelanta.
Por ello, a lo largo de todo el mundo se están realizando miles de campañas e iniciativas, programas e incluso leyes que logren frenar el desperdicio alimentario. “Por ejemplo, en Francia e Italia ya existen leyes que penalizan a las grandes superficies que tiran comida a la basura. En otros países como Estados Unidos o Alemania, se han elaborado programas nacionales, grandes campañas de sensibilización con el mismo objetivo”, explica. En el territorio español también se han dado pequeños pasos, pero estas leyes “no terminan de despegar”.
¿Cómo repercuten la pérdida y desperdicios de alimentos en la seguridad alimentaria y la nutrición? Según responde Marco Gordilla, tirar comida a la basura reduce la disponibilidad mundial y local de los alimentos, ocasiona efectos negativos en el acceso a los alimentos para quienes participan en las operaciones de cosecha y se produce un efecto a más largo plazo en la seguridad alimentaria debido a la utilización “insostenible” de los recursos naturales de lo que depende la producción futura de alimentos. En sus palabras, “este problema se aborda desde varias cuestiones. En primer lugar, ofrezco un planteamiento ético, ¿cómo es posible que tengamos 800 millones de personas con desnutrición crónica y, al mismo tiempo, el mismo sistema alimentario no sea capaz de alimentar a todo el mundo? No solo eso, el sistema no es capaz de alimentar a todo el mundo, pero, al mismo tiempo, es capaz de generar una cantidad alta de alimentos que acaban en la basura”, explica.
En segundo lugar, Gordilla recuerda que el sistema de producción es uno de los mayores generadores de gas de efecto invernadero, por lo que la alimentación “también se encuentra detrás del cambio climático”. De hecho, los datos reflejan que una tercera parte de gases de efecto invernadero están vinculados a la alimentación. “Actualmente estamos diciendo que el 10% de gases de efecto invernadero que producimos no van a ningún lado”, recalca. El término de agua, ocurre lo mismo. “La agricultura se lleva el 70% del agua dulce que se gasta, es decir muy por encima que el consumo humano anual en España. Y se gasta esa agua para que esos alimentos acaben en la basura”, zanja. Estos son uno de los grandes impactos del desperdicio de alimentos, pero hay más.
Tirar comida a la basura también afecta y golpea de lleno a la pobreza encrudeciendo más la vida de las personas que sobreviven o malviven con pocos o casi ningún recurso económico. En este sentido, el coordinador recuerda que “los precios económicos de los alimentos son globales y son para todos”. “Cuando este tercio de alimentos que se desperdician entra en el mercado provoca que aumente la demanda de esos alimentos y se encarezcan en el mundo. Hay muchas personas en el tercer mundo que destinan el 70% de sus sueldos en alimentos, debido a la falta de recursos económicos. Encarecer el precio de los alimentos puede suponer que esas personas no puedan seguir permitiéndose comprar más comida porque no les alcance el dinero”, dice. Es decir, cuanta más demanda mundial tiene un alimento, más se encarece su precio, y cuanto más alto es el precio, más inaccesible se vuelve para una parte del mundo que apenas tiene recursos económicos para sobrevivir.
¿Quién tira los alimentos?
Esa podría ser una gran pregunta que engloba una amplia respuesta. En el día a día son muchas las familias que tiran esos garbanzos a los que llaman sobras y se les ha estropeado, esa lechuga, manzana y plátanos que no han llegado a comer y se han estropeado esperando en el frutero, y ese guiso que hicieron pero que tras llenarse el plato se llenaron antes de tiempo. “En las familias habría que cuidar mucho mejor lo que metemos en los frigoríficos, compramos muy por encima de lo que podemos comer y mucha comida acaba en la basura”, asevera. Para atajar este problema y comenzar a dar solución al desperdicio, Marco Gordilla recomienda que antes de ir a la compra se prepare la lista de los alimentos que queremos consumir durante esa semana, se pongan los alimentos más viejos delante de la nevera, y se trabaje con una organización.
Pero, por otro lado, no son solo las familias las que contribuyen que el trabajo de agricultores y ganaderos acabe en las basuras. También las grandes superficies tiran al día de manera mundial kilos tras kilos de comida. “¿Tú cuando vas a la compra te llevas el plátano más feo?”, pregunta. La respuesta más común sería “no” y tras ese no se hipoteca el destino de ese alimento que, tal vez, quedó más dañado durante el transporte, pero igualmente “rico y sano”. “Se ha planteado que lo grandes supermercados hagan donaciones para que no desperdicien, pero realmente legalmente tienen muchas complicaciones y es ahí donde hay que trabajar”, dice.
"Tenemos que tener mucho cuidado con todos los pequeños detalles diarios. Hay gente que se muere por hambre. Todos los días muere gente por hambre. Y no nos podemos permitir tirar tanta comida, es necesario que seamos más responsables con los alimentos y con todo el trabajo que hay detrás", concluye