Tras las Solemnes Vísperas del miércoles, abiertas a un máximo de 160 personas, y el posterior Rosario de los Faroles a puerta cerrada en la parroquia de San Miguel, donde se encuentra la capilla de la patrona de la ciudad, en esta mañana del jueves ha tenido lugar la misa pontifical a las 10.30 horas por el día grande de la Virgen Blanca.

La celebración ha comenzado con una breve procesión desde la sacristía hasta el altar mayor donde han llegado los concelebrantes, la junta de gobierno de la Cofradía de la Virgen Blanca y las principales autoridades de la ciudad, del territorio y del Gobierno central en Vitoria encabezadas por el alcalde, Gorka Urtaran, el presidente de las Juntas Generales, Pedro Elosegi y el subdelegado del Gobierno, Carlos Zapatero.

Optimismo

Las primeras palabras del obispo de Vitoria, Juan Carlos Elizalde, han sido para apelar al optimismo. “De una crisis como esta pueden salir buenas cosas y aparecer buenos hombres y mujeres, pues de un mal podemos sacar un bien, como nos recuerda San Ignacio de Loyola”.

Apelando a los aspectos más destacados de Santa María como referente de la esperanza, ha centrado la reflexión de este día en mirar al futuro y corregir el rumbo. Así, Elizalde ha comenzado invitando a padres y madres a no decaer. “Sin duda alguna, tenemos que proteger la verdadera escuela de valores: la familia, donde está el ejemplo a seguir por los más pequeños”, ha afirmado.

No en vano, para el obispo de Vitoria, “la correcta transmisión de padres a hijos, de abuelos a nietos es un bien a cuidar”, por lo que “exigir pequeños sacrificios por el bien común, ser responsables cada uno en su ámbito, rezar en familia y acudir juntos a la Iglesia como lugar donde escuchar lo que el Señor nos dice a ti y a mí es un primer paso para vislumbrar un futuro más esperanzador para todos”.

Una "casa abierta"

También ha subrayado que la Iglesia es “casa abierta para todos, sin excepción” y ha recordado que los cristianos, “somos parte del tejido social de Vitoria-Gasteiz y del mundo y estamos en todos los sectores de la sociedad de una forma callada y discreta” pero ha advertido que “lo más importante para un cristiano y para la Iglesia es dar testimonio de Jesús y por eso mismo, no callar ante las injusticias y los atropellos del mundo”.

Para ello ha animado a “dar testimonio con nuestro ejemplo y nuestra propia vida” para que la sociedad realmente vaya a mejor. “Siendo tolerantes denunciamos la actitud del intolerante; siendo generosos, denunciamos la actitud del egoísta; siendo ecologistas denunciamos los abusos de un sistema que maltrata nuestro ecosistema y tratando de ser buenos denunciamos la maldad del mundo”.

A su juicio, “no hay mejor evangelización que nuestro ejemplo sencillo y discreto”.

En su homilía, el obispo ha destacado que “la fe aporta un plus de motivaciones para servir y construir la sociedad sana” y lamenta que haya quien no lo vea así. “Construirla sin Dios es construirla contra la persona”, opina.

La amenaza de la secularización

En este sentido, ha tenido palabras para las instituciones públicas exhortándolas a “no perder la centralidad de la sagrada dignidad humana de todos los ciudadanos ante una secularización que amenaza no solo el ADN de nuestras fiestas patronales sino también la raíz de nuestra cultura, de nuestras relaciones familiares y personales y de nuestros valores, aquellos que se fundamentan en la ley natural y que se hacen realidad en la vida cristiana”.

Ofrenda floral

La celebración ha finalizado frente a la capilla de la Virgen Blanca, cantando el himno a la patrona y con una ofrenda floral. Antes de la bendición final, a los pies de la Virgen, el obispo ha pedido su ayuda para “crecer con nuevas vocaciones a sacerdotes santos, hombres y mujeres para la vida consagrada, jóvenes fuertes y firmes en su fe, familias que hagan de su hogar una cuna de amor y respeto, mayores y enfermos atendidos y nunca solos, personas en riesgo de exclusión y migrantes siempre en la acción social de la Iglesia”.