vitoria - Educadores como María Cabrerizo, Juanjo Garmendia, Sixto González y Marisa Ibáñez se dieron cita ayer, a las 19.00 horas, en el salón de actos de Egibide-Molinuevo, donde tuvo lugar la presentación del libro La escuela que no cesa, coordinado por el director de Bachillerato, Pedro Rodríguez Tellería, con el objetivo de conmemorar el 75 aniversario de Egibide, que nació en Vitoria de la mano de dos proyectos educativos: Diocesanas (1942) y Jesús Obrero (1945). El sacerdote diocesano Pedro Anitua y el jesuita Demetrio Ruiz de Alburuza iniciaron estas dos instituciones que desde entonces han marcado el desarrollo social e industrial de Álava y que desde 2012 comparten camino en la fundación Egibide.

¿Cuánto tiempo les ha llevado sintetizar los 75 años de historia que componen la entidad?

-Dado que sabíamos que iba a ser el 75 aniversario de Egibide, se generó una comisión para la aportación de ideas, y, entre otras acciones, decidimos sacar este libro conmemorativo, en que habremos estado trabajando hace un año y medio. Tiene un capítulo dedicado a la historia de Diocesanas y de Jesús Obrero que prácticamente ya estaba hecha porque cuando se cumplieron los 50 años cada uno de estos centros decidió por separado publicar su propia historia. Y decidimos resumirlas porque había dos buenas monografías al respecto. A partir de ahí lo que hicimos fue hablar más del proyecto actual de Egibide y de las líneas a futuro de la escuela, pero siempre con el leitmotiv de que hemos sido, somos y seremos un agente activo del desarrollo del territorio alavés y vitoriano.

Durante este año y medio de documentación, ¿qué descubierto os ha llamado más la atención?

-Llevo 14 años trabajando en Egibide, empecé primero en Jesús Obrero, y, pese a ello, he descubierto cosas muy interesantes como, por ejemplo, todo el proyecto de escuelas comarcales (Escuelas Diocesanas Agrícolas) en la década de los 50 y principios de los 60. Hubo un montón de pueblos de Álava que en esos años tuvieron una escuelita, vamos a decir, de Formación Profesional. Hubo en Ullibarri-Jáuregi (1950), Agurain (1951) y Bernedo (1952). Y, después, el proyecto estaba pensado para que los chavales vinieran a Vitoria, a unas residencias que estaban en el palacio Escoriaza-Esquível, donde podían continuar sus estudios pero de Formación Profesional Industrial, porque es donde estaban los tornos, las fresadoras, los talleres eléctricos, etc. Entonces, eso para mí fue llamativo porque son ideas que te las encuentras ahora mismo en América Latina y eso se hizo aquí, en Álava, hace 50-60 años, lo cual es interesante.

Egibide en esos 75 años ha realizado una innovación constante. ¿Hay algún cambio que le haya marcado de forma especial?

-El último y más fuerte fue hace seis años con la integración de los dos centros: cuando Jesús Obrero y Diocesanas decidieron unirse en el proyecto de Egibide. Ha sido un cambio muy importante porque nos ha dado mucha más presencia al ser un único proyecto en cinco lugares de Vitoria (Arriaga, Jesús Obrero, Mendizorroza, Molinuevo y Nieves Cano).

Yo creo que en el caso de Diocesanas fue la historia de las escuelas comarcales. Y, luego, todo ese proceso de expansión que hace a lo largo de esas décadas es muy importante. También está el de la Escuela de Hostelería: primero en Escoriaza-Esquível y luego en Mendizorroza.

Casualmente, uno de los antiguos alumnos de Egibide, el actor Karra Elejalde, dedicó unas palabras el pasado sábado al término de la gala de los Goya. “Y un saludo muy especial para los jesuitas de Jesús Obrero, con los que estudié, entre otras cosas, Electricidad”.

-Sí, somos conscientes (se ríe). Es una parodia de agradecimiento que hizo al final de la gala.

¿De qué otros alumnos ilustres más se acuerda?

-Pues hemos tenido varios deportistas. Creo que Txingurri Valverde pasó por nuestras aulas. Pero nosotros somos una escuela que hemos generado mucho héroe anónimo, de gente que ha estado en la gerencia de empresas, en talleres de mecanizado, electrónica... A veces se saca mucho pecho con alumnos ilustres, pero es mejor que haya mucho héroe anónimo, de personas que han triunfado así en Vitoria y eso es muy gratificante.

Estos 75 años también habrán dado tiempo para dar clase a más de una generación...Yo, de hecho, estoy dando al nieto de una persona que fue de la primera promoción de Jesús Obrero, pero hay más casos. Y eso significa que confían en nosotros mucho. Por eso, el título del libro, La escuela que no cesa, resume claramente el proyecto de Egibide: abrimos a las ocho de la mañana, cerramos a las ocho de la noche... Y estamos en un proceso de innovación educativa constante. Es una escuela transformadora, con proyectos solidarios, que no renuncia a que nuestros alumnos quieran cambiar algo la sociedad.