vitoria - Aitziber Romero compagina juventud y compromiso feminista. Al hilo de los actos celebrados en Vitoria el pasado 8 de marzo, cuando la ciudad entera se volcó para denunciar las desigualdades sociales y exigir en las calles una equiparación real, la integrante del Movimiento Feminista de Gasteiz valora la situación que vive actualmente la capital alavesa y el grado de implicación de los diversos agentes sociales implicados en la lucha de las mujeres.
¿Puede considerarse que Vitoria es un referente dentro del movimiento feminista?
-Considero que el movimiento feminista de Vitoria ha adquirido voz a raíz de las acciones que se han llevado a cabo en los últimos años, pero creo que cuando marcamos un punto real de inflexión fue cuando el año pasado organizamos el Feministok Prest. La iniciativa tuvo un gran éxito y la interpretamos como un punto de partida de otra forma de trabajar, de manera más integral e interseccional. Nos conocimos mejor entre nosotras, llegamos a más gente, creamos alianzas y trabajamos en diferentes tipos de violencia que tal vez hasta ahora no se habían abordado de forma específica.
¿La aparición de campañas tan polémicas como la de Hazte Oír ha generado un ambiente más propicio a la reivindicación en este reciente 8 de marzo?
-Esa campaña en concreto ha sido un ataque más, como en su día lo fue la reforma del aborto. Un ataque directo contra el cuerpo de la mujer. Tratan de deslegitimarnos a través de estas acciones, pero tanto el autobús como la reforma del aborto colocan temas sensibles sobre la mesa y nos permiten dar a conocer a la sociedad la manera en la que trabajan los movimientos feministas.
La reacción social mayoritaria ha sido de rechazo a la campaña tránsfoba. ¿Cómo lo valoráis?
-La respuesta sí que ha sido positiva, pero es una pena que un asunto como este adquiera tanta relevancia y que otras situaciones pasen un poco más desapercibidas. Me refiero, por ejemplo, al ataque homófoba que se produjo hace dos semanas en Gasteiz o a las numerosas agresiones machistas que padecemos. Estos son los temas que más nos afectan, los que deberían estar en la calle y contra los que tenemos que luchar.
En Rota, Cádiz, el Ayuntamiento organizó una muestra de peinados y moda flamenca dentro del programa de actos del 8 de marzo. ¿Qué lectura le merece?
-Es vergonzoso. Igual que las declaraciones que realizaron recientemente las mujeres del PNV en las que dijeron que el papel que habían tenido las mujeres dentro del partido era muy importante porque cocinaban en las casas. O como los carteles que anunciaban que el 8 de marzo la entrada a una discoteca de Vitoria era gratis para las mujeres y aparecía una fotografía de una mujer semidesnuda. Estereotipan a la mujer, siguen ejerciendo violencia contra nosotras y refuerzan ese entramado de agresiones, ademas de deslegitimarnos.
¿Se está tratando de deslegitimar el feminismo y de reducirlo a una mera oposición al machismo?
-Sí que existen campañas en este sentido. Es una lástima que haya personas que sigan pensando que el feminismo es lo contrario del machismo. A cada paso que damos nos atacan, nos deslegitiman y restan relevancia a nuestro trabajo. Desarrollamos una labor a pie de calle, política y necesaria, así que vamos a seguir estando ahí. Queremos que lo que sucede no se interprete como casos aislados, que se vaya a la raíz del problema y que se haga una lectura política de ello. De ahí que el lema elegido para este año sea Contra la barbarie heteropatriarcal capitalista, feminismoa zorroztu. Nos tachan de radicales y sí, somos radicales porque queremos un cambio estructural desde la raíz.
¿Qué piensa cuando escucha la expresión ‘feminazi’?
-Pienso que se trata de otra herramienta más que se utiliza para ridiculizar e infantilizar el movimiento feminista.
Una media de una agresión machista por día en Gasteiz a lo largo de 2016, sólo a partir de los datos de la Policía Local, sin tener en cuenta las intervenciones de la Ertzaintza, resulta a todas luces elevada. ¿Están aumentando los ataques?
-No podemos realizar una lectura general porque para nosotras es realmente difícil acceder a los datos. Tanto la Policía Local como la Ertzaintza y el Ayuntamiento ponen muchas dificultades para entregar las estadísticas. De todas maneras, sí, la cifra de intervenciones de la Policía Local es elevada y han aumentado los feminicidios . Eso es una realidad que no se puede negar. Y viendo los datos de los dos primeros meses de 2017 nos tememos que la valoración que hagamos al final del año pueda ser trágica. En este sentido también debemos señalar que las intervenciones de la Policía Local, de la Ertzaintza y de Osakidetza no están siendo las adecuadas, ya que nos han llegado muchos testimonios de incumplimiento de los protocolos. Resulta muy complejo hacer frente a este tipo de casos a nivel judicial porque se exigen un montón de pruebas para demostrar que una mujer ha sido agredida. La violencia psicológica ejercida durante años es casi imposible de probar a no ser que haya un testigo directo de lo ocurrido. Nosotras creemos que con que una mujer diga que ha sido agredida, ha habido una agresión. Muchas de las detenciones que se han practicado han venido precedidas de denuncias y ahí las instituciones no han hecho lo que tenían que hacer. Existe un cuestionamiento continuo hacia las mujeres que denuncian, lo cual constituye una violencia más. La violencia institucional.
Aunque los protocolos se cumplieran a rajatabla, ¿Son los adecuados?
-No, porque aunque una mujer presente una denuncia y la lleven al hospital, con lo que se cumple el protocolo, las exigencias y las pruebas que se piden son casi imposibles de cumplir. El problema es que la palabra no vale, se pone en duda constantemente que las víctimas hayan sido agredidas.
¿Cree que funcionan las campañas de concienciación?
-Es muy políticamente correcto decir públicamente que se está en contra de la violencia de género, pero hace falta algo más, definir qué es una agresión y tratar de raíz el problema. Son un poco escaparate. El trabajo de prevención y las campañas son necesarias, pero con un trabajo paralelo que aborde el problema de forma integral y no de forma superficial. Todavía no hemos concretado lo que es una agresión, porque hay más de un tipo. La violencia machista tiene mil caras y se manifiesta de mil maneras.
¿Resulta preocupante que cada vez se den más agresiones entre gente joven?
-Sí, resulta realmente duro leer en los periódicos que una persona de 20 años ha sido detenida por cometer una agresión machista, aunque hemos llegado a un punto en el que ni siquiera llega a sorprendernos. Estamos viendo un montón de casos en Gasteiz y esos sólo representan la parte de los que tenemos constancia, porque habrá muchos otros que no se denuncian o que ni siquiera se identifican como agresiones. El trabajo no se puede ceñir exclusivamente al 8 de marzo y al 25 de noviembre, debemos trabajar todo el año y en todos los espacios. Y eso es lo que hace el movimiento feminista. Estamos ahí cada vez que se produce una agresión, cada vez que surge una campaña como la que comentábamos antes, cada vez que llegan las fiestas...
¿Se trabaja lo suficiente en la educación dentro del ámbito familiar?
-Tanto la familia como la escuela son instituciones que forman parte del sistema y siguen la misma lógica. Quizás uno de los principales problemas radique en que a la hora de hablar de la violencia machista la Ley sólo tiene en cuenta los casos que se dan hacia la pareja o la ex pareja. Y la violencia machista no sólo se da en la pareja o en la ex pareja, se da en todos los ámbitos. Existe una violencia institucional, una violencia económica, a la hora de ocupar el espacio... Es un entramado que afecta a todo.
En nuestro entorno, ¿la pobreza sigue teniendo rostro de mujer?
-Vivimos en un sistema capitalista que ejerce violencia contra las mujeres. Lo que no se tiene en cuenta es que si paramos nosotras se para el mundo. Sufrimos una doble carga de trabajo, por una parte remunerado y por otra no remunerado, las condiciones laborales de las mujeres siempre resultan más precarias, sufrimos diferencias salariales injustificadas y somos las primeras en ir a la calle cuando las empresas recortan.