Gasteiz - Separar a un niño o una niña de sus padres es una decisión dura que no siempre pasa por ser la mejor opción, incluso cuando se trata de progenitores que por diferentes motivos no saben, no pueden o no quieren conferirles la atención necesaria para el crecimiento y educación del menor. Hasta hace poco, en Vitoria las opciones para esos niños que por problemas en el seno familiar se encuentran en situación de desprotección grave pasaban en la mayoría de ocasiones por sacarlos de sus hogares, con el trauma que eso supone, y enviarlos a vivir a centros residenciales o correccionales, en los casos de delincuencia.

Sin embargo, hace poco más de uno año la Diputación puso en marcha un programa pionero a nivel estatal con la creación del primer centro de día para niños y adolescentes en los que se trabaja no sólo con ellos, sino con los propios padres y tutores que no han podido darles hasta ese momento la atención necesaria pero que están en condiciones de revertir la situación. Una metodología menos invasiva pero igualmente apropiada para garantizar que esos niños reciban la atención y cuidados necesarios.

El primero de esos espacios, el centro de día Gao, se puso en marcha en octubre de 2014 en Sansomendi. El segundo, el centro Vicente Aleixandre, lo hizo el pasado mes de julio en Santa Lucía. Entre ambos suman alrededor de 25 menores, con edades comprendidas entre los 3 y los 16 años y casos que abarcan desde el maltrato infantil hasta la explotación laboral, pasando por el desinterés o la propia incapacidad de sus progenitores o tutores a la hora de cuidarlos y educarlos.

Para evitar el extremo de tener que sacarlos de sus hogares, con el consiguiente perjuicio psicológico para los chavales, y en casos en los que se valora que existen posibilidades de reconducir la actitud de sus familias, la Diputación Foral de Álava cuenta con un programa que tuvo su primer escenario en el centro Gao, surgido entre otros motivos tras detectar la asociación gitana Gao Lacho Drom la necesidad de ampliar la atención a los menores y sus familias más allá de su hogar.

“Trabajábamos en un programa en el que interveníamos en los domicilios con menores en desprotección grave, pero por las tardes, cuando teníamos que estar con los chavales, nos faltaba un espacio para atenderlos y evitar que estuvieran en la calle, donde pasaban mucho tiempo y no tenían una supervisión adecuada por parte de sus padres”, explica a este periódico la responsable del centro de Sansomendi, Blanca Martínez.

En su caso, los perfiles de los niños y niñas, como sucede en el centro de Vicente Aleixandre, son muchos y muy distintos. “Tenemos desde chavales que sufren carencias afectivas hasta otros que pueden tener un comportamiento más destructivo, con los que hemos tenido momentos más tensos, pero en general responden bien y se sienten a gusto aquí”, apunta Martínez. Para los centros, sin embargo, el mayor problema a la hora de lograr que los protagonistas asimilen su presencia en este programa no llega curiosamente de los niños, sino de sus padres y madres.

“El hecho de ver que sus hijos entran en nuestro centro les hace sentir que no son unos buenos padres. Se sienten cuestionados, pero nosotros trabajamos siempre con la certeza de que todas las familias tienen fortalezas y hay que visibilizarlas”, asegura Nuria Carracedo, del centro Vicente Aleixandre, donde cada día reciben a una docena de niños y niñas a partir de las 16.00 horas. Allí estudian, meriendan, se reúnen, hablan, juegan y trabajan entre todos, padres y madres incluidos, para avanzar en la educación de los menores y en el día a día de las familias, evitando el desamparo de los niños y fomentando su autonomía, sus habilidades y su integración escolar y social, además de una mayor implicación y desarrollo de habilidades en lo que a los progenitores respecta.

“Nosotros hacemos también muchas actividades conjuntas entre niños y padres, para que compartan espacios en los que no están acostumbrados a estar juntos. Salidas y excursiones a la fábrica de Miko, a la Catedral de Santa María, al parque de Cabárceno, a la playa... Son cosas que ellos no están muy acostumbrados a hacer”, destaca Blanca Martínez, que cuenta en su equipo de trabajo “con dos educadoras y una mediadora gitana”.

servicios sociales “Partimos del hecho de que el ámbito idóneo para el desarrollo de los niños, niñas y adolescentes es su propia familia, siempre que ello no sea contrario a sus intereses y necesidades. Por eso el objetivo fundamental del Instituto Foral de Bienestar Social es realizar acciones que permitan la permanencia en el domicilio de los menores de edad o faciliten el más rápido retorno posible cuando haya de producirse la separación de su medio familiar”, explica Beatriz Artolazabal, diputada foral de Servicios Sociales, sobre un servicio que su Departamento considera “un recurso preventivo eficaz para evitar la separación familiar de menores en situación de desprotección grave”.

“El objetivo general de estos centros de día es proporcionar a los menores un entorno seguro, garantizándoles por un lado una adecuada atención a las necesidades básicas y proporcionándoles una atención especializada educativa, ayudándoles además a paliar los efectos de la desprotección y manteniendo la referencia y la relación diaria con su hogar familiar, trabajando conjuntamente con sus familias”, incide Artolazabal.

De momento, con el primer centro, el de Sansomendi, abierto desde hace un año y cuatro meses y el segundo de Santa Lucía -aunque acogen a menores de todo Vitoria- con poco más de seis meses de vida, desde el ejecutivo foral se muestran satisfechos “con los buenos resultados” que ambos están cosechando, mientras sus dos responsables confían en seguir avanzando día a día para poder llegar cada vez a más menores y sus familias.

“Es un recurso novedoso que si funciona servirá para abrir un espacio de reflexión, porque supone un punto intermedio entre intervenir con los educadores directamente en las casas y sacar a los menores del hogar familiar. Es una novedad que implica muchos beneficios”, asevera Nuria Carracedo. “Nosotros con algunas familias hemos visto un cambio abismal en apenas cinco meses, tanto en el menor como en los padres, aunque otras veces no van tan rápido y hay que trabajar más con ellos”, incide esta psicóloga, que en su caso cuenta con un educador y una educadora para trabajar junto a ella en el centro de Vicente Aleixandre.

Desde Sansomendi, mientras tanto, Blanca Martínez evidencia con una última frase la importancia del trabajo que realizan en ambos centros. “Los chavales aprenden, porque todos están mejorando en todas las áreas, pero sobre todo estando aquí se ven a sí mismos diferentes a como se ven en la calle”. Y es que gracias al trabajo de los equipos que lideran estas dos mujeres, 25 menores y sus familias gozan de un hoy más esperanzador que su ayer. Un logro que, poco a poco, les permite poder soñar con un mañana.

Centros pioneros. El primero de esos espacios, pioneros en el conjunto del Estado, fue el centro de día Gao, en Sansomendi. Comenzó su andadura en octubre de 2014. El segundo, el centro Vicente Aleixandre, lo hizo el pasado mes de julio en el barrio de Santa Lucía. Ambos recursos tratan de enseñar a niños y a sus padres a retomar la familia como núcleo vital y de formación.

La diputada foral de Servicios Sociales explica que el objetivo fundamental del Instituto Foral de Bienestar Social es realizar acciones que permitan la permanencia en el domicilio de los menores de edad o faciliten el más rápido retorno posible cuando haya de producirse la separación de su medio familiar.

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Los dos centros dan cobertura a alrededor de 25 menores, con edades comprendidas entre los 3 y los 16 años y casos que abarcan desde el maltrato infantil hasta la explotación laboral, pasando por la propia incapacidad de los padres.