Es Mendizorroza la casa de referencia del Festival de Jazz y tal vez por ello, hay a quien le da la impresión de que el certamen no empieza hasta que las cosas en el polideportivo no se ponen en marcha. Este miércoles, sus paredes se volvieron a llenar de sonidos, aunque en esta ocasión, la invitación al público de la capital alavesa fue un poco diferente. No se produjo una de las dobles sesiones habituales. Charles Mingus fue el gran y único protagonista, reinando a lo largo y ancho del espacio con ese disco referencial que es Epitaph. Por cierto, antes de comenzar todo, se quiso recordar con un bonito gesto la figura del desaparecido Xabier Añúa.

Las razones por las que no se suele interpretar de manera íntegra son varias pero se pueden resumir en tres de manera muy fácil. La primera es su duración, que gira en torno a las dos horas, y eso, en los tiempos que corren, casi parece un sacrilegio. No está el mercado de la música, y menos el de los festivales, para estos trotes. Hay que ser honestos y tener claro que el público está ahora en otro escenario. La segunda es su complejidad. Hace falta reunir a un buen número de intérpretes que sepan y puedan estar a la altura del reto. Y la tercera tiene que ver con el formato mismo de la agrupación. Los tiempos de las big bands parecen demasiado lejanos, sobre todo para los programadores.

Por todo ello hay que subrayar, desde un primer momento, el reto asumido por la Clasijazz Big Band y también por el propio Festival de Jazz, sabedor de que seguramente al gran público esta noche del miércoles no le iba a entrar, por lo menos a priori, por los ojos. Pero para esto están precisamente los certámenes cuando se entienden más allá de las cuestiones económicas, para hacer apuestas incluso cuando se sabe que igual la caja no responde. Con todo, el polideportivo registró una más que notable asistencia. 

Todo un viaje

A partir de ahí, todavía con la luz de la tarde penetrando en el pabellón, la treintena de integrantes de la formación dirigida por Ramón Cardo se pusieron manos a la obra, afrontando un trabajo complejo, monumental, rico y apasionante. La creación de Mingus es un gran viaje por aquellos caminos que el maestro transitó a lo largo de su trayectoria, una mirada profunda a sus intereses, inquietudes, emociones e ideas.

Antes del primer concierto de Mendizorroza se rindió homenaje al fallecido Xabier Añúa DNA

Por supuesto, afrontar la interpretación requiere de un nivel de concentración, técnica y emoción que debe estar a la altura. Pero también es un reto para el público. Es imposible asistir a su escucha y dejar que pase como si nada. Al contrario. A buen seguro, a muchos de los que estuvieron en Mendizorroza, Epitaph les va a estar resonando durante tiempo. Aún así, fueron muchos los que aceptaron la invitación, los que quisieron sumarse a la propuesta y seguir cada paso dado junto a Charles Mingus.

No hay que negarlo. Entre los asistentes hubo algunas bajas a lo largo del concierto porque no consiguieron enganchar con la propuesta. Pero la gran mayoría siguió con atención e interés esta expedición por una obra que su creador no llegó a completar. Charles Mingus, sin estar, se hizo presente y con él una oportunidad única de escuchar en directo una obra especial en todos los sentidos.