Vitoria. El blindaje de la Virgen Blanca al tráfico privado acaba de cumplir dos años. Sólo los autobuses urbanos, los taxis y los vehículos de reparto tienen permiso para circular desde la entrada por la calle Prado hasta el final de Mateo Moraza. Una decisión que el Ayuntamiento tomó con la reforma de la plaza: al eliminar verde y convertirla en un gran espacio de encuentro, el peatón debía de ser el rey de todo ese eje. Sin embargo, desde entonces las infracciones no han hecho más que sucederse. Decenas de coches se cuelan cada día sin miramientos gracias a que no existen más mecanismos de control en la zona que la presencia escasa e intermitente de agentes.

En esas condiciones, los infractores prefieren arriesgarse que sufrir la consecuencia de cumplir la norma, que no es otra que dar un enorme rodeo para simplemente saltar al otro lado del Casco Viejo. Un ejemplo: aquellos ciudadanos que toman el coche en la zona de Lovaina y necesitan ir a Correos o quieren tomar un pote en la Cuesta, deben encaminarse hacia el parque de La Florida, continuar por la calle Manuel Iradier, seguir por Los Herrán y desviarse luego por Portal del Rey. "Así que acortan y, si tienen la mala suerte de ver a un policía, les cuentan una milonga y se van de rositas", afirma Aurelio, un vecino de la calle Prado que en un día laboral cualquiera ha llegado a contabilizar "hasta cuarenta coches" colándose por la vía.

Otros residentes de la calle-coladero, como Martín o Miren Jone, confirman que las infracciones son continuas y critican al Ayuntamiento por no poner remedio. "Si nos vendieron que la calle Prado y la plaza de la Virgen Blanca iban a ser para los peatones, con eso del plan Alhóndiga, no entiendo por qué dejan que la gente se siga colando todos los días con sus coches", apostilla una comerciante de la zona, quien anima al gabinete de Patxi Lazcoz a establecer un mecanismo de control fijo que acabe con la picaresca, más allá del cartel que anuncia la prohibición y las patrullas que van y vienen.

En todo este tiempo, sólo ha habido un sistema para vetar la entrada al tráfico privado por la calle Prado: el traicionero bolardo que el equipo de gobierno se vio obligado a quitar pocos meses después de su puesta en funcionamiento por los problemas que había ocasionado. En ocasiones no bajaba aunque el chófer de turno dispusiese de permiso y otras veces se levantaba sin venir a cuento provocando accidentes y atascos. Una situación que el Ayuntamiento no se podía permitir una vez que comenzara a circular el tranvía. Así que anunció la retirada del pivote, cosa que hizo, y la colocación de un sistema de control fotográfico que se dispararía cada vez que un vehículo no autorizado intentara acceder, cosa que quedó guardada en el cajón de las ideas. Para fortuna, por supuesto, de los desvergonzados.

"No entiendo por qué no se ha hecho nada. En otras zonas de Vitoria hay cámaras para evitar circulaciones indebidas o una velocidad alta y sirven para que la gente se lo piense dos veces", subraya Roberto, vecino de la calle Postas. Otros residentes y usuarios diarios de la Virgen Blanca son, sin embargo, más condescendientes y aseguran que unas cuantas de las infracciones que se registran las protagonizan turistas despistados y no gasteiztarras.

Al parecer, los navegadores de los coches siguen dando por bueno el eje Postas-Mateo Moraza en vez de marcar la prohibición del acceso, así que algunos visitantes penetran más de la cuenta antes de percatarse de la señal y caen en la trampa. "Los fines de semana he visto a bastantes conductores de fuera dando explicaciones, porque suele ser entonces cuando más policías se ven. Bueno, y cuando se celebran actos especiales en la plaza. Pero eso no es suficiente", comenta el dueño de un garaje próximo. La armadura de la peatonalización reclama su parche.