Los que ya no están fueron precisamente los que nos enseñaron a disfrutar y celebrar la Navidad. Pero las nuevas generaciones, e incluso la propia vida, ha cambiado tanto en los últimos años que esta tradición cristiana también ha evolucionado. ¿En qué han cambiado las fiestas navideñas en los últimos 40 años?

DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA sale a la calle y habla con los alaveses más veteranos para conocer cómo vivían estas fiestas de esperanza e ilusión antaño y en qué ha cambiado ahora.

La plaza de la Virgen Blanca de Vitoria en Navidad. Josu Chavarri Erralde

La conclusión principal es clara: antes eran más familiares, con más unión, con más alegría, pero también con más precariedad. ¿Cómo serían las fiestas ideales? Según responden todos los entrevistados, “encontrando un balance en lo de antes con lo de ahora”. 

Domi y Sagrario Jorge Muñoz

MEMBRILLO PARA EL POSTRE

Domi y Sagrario son dos primas extremeñas que por distintas circunstancias de la vida y el propio pasar de la misma, se ha convertido en alavesas desde la cabeza a los pies. Ambas son muy familiares y se definen, de hecho, como las mejores amigas. Les encanta la Navidad pero cuando viajan al pasado, a su infancia juntas, lo recuerdan con melancolía.

“Había mucha más precariedad que ahora y, por eso, valorábamos las cosas muchísimo más. Mi mamá no tenía dinero para comprarnos turrones así que nos preparaba un delicioso membrillo casero"

“Las fiestas navideñas eran mucho más familiares y bonitas que ahora, nada tienen que ver”, dice por fin tras una larga pausa donde viaja al pasado Sagrario. Y sonríe levemente.

“Había mucha más precariedad que ahora y, por eso, valorábamos las cosas muchísimo más...”, descansa unos segundos y vuelve a viajar al pasado: “Mi mamá no tenía dinero para comprarnos turrones... así que nos preparaba un delicioso membrillo casero y ese era siempre nuestro postre de Navidad. ¡Nos encantaba! y ella lo preparaba con muchísimo cariño y amor para todos nosotros. Nos daba ese membrillo con tanta ilusión, como si nos estuviera dando un auténtico manjar, era un membrillo hecho desde su amor...”, recuerda.

Las fiestas navideñas han cambiado de manera significativa en los últimos años empezando por la ilusión y por los regalos

Y ellos lo recibían como un auténtico festín porque esa noche tocaba un dulce casero exquisito. Pero esta ilusión con el pasar de la vida se ha ido mermando debido a la abundancia, según su valoración.

“La comida en sí era más sencilla. Teníamos pollos y cogíamos uno para hacer la cena. Lo importante era juntarnos toda la familia, los tíos, los primos, hermanos... nos juntábamos una mesa enorme y pasábamos juntos las fiestas, cantábamos villancicos toda la tarde y la noche... eran otros tiempos”, le responde Domi.

Miguel Jorge Muñoz

MENOS FAMILIARES

“Ahora ni tan siquiera somos tan familiares. En las mesas falta muchísima gente, ya no hay tradición ni de juntarnos los primos, se tienen a juntar las familias más cercanas y para de contar”, dice Sagrario.

“Se deja a la familia de lado en cuanto se cena para ir de fiesta. Sería precioso mantener el espíritu que teníamos antes pero sin volver a la precariedad que había”

“Y se sale muchísimo de fiesta. Se deja a la familia de lado en cuanto se cena para ir de fiesta; fiesta por la tarde, fiesta en la noche de Nochebuena, poteo en Navidad,... es fiesta y fiesta sin parar. Ya no nos interesa estar tanto en familia”, dice.

Aún así, aunque muchas de las tradiciones actuales no encajan con ellas, confiesan que tampoco querrían volver al pasado en su totalidad. Entonces, ¿eran mejor antes o ahora las fiestas?

Lo cierto es que las ideales serían un híbrido entre el pasado y presente: “Sería precioso mantener el espíritu que teníamos antes pero sin volver a la precariedad que había”, dicen ambas. 

José Luis Uriarte Jorge Muñoz

UNA VIDA LLENA DE HISTORIAS

José Luis Uriarte bilbaíno de sangre y corazón, pero alavés por amor a sus hijas, pasea por la Plaza Nueva ayudado por un bastón. Con paso lento y pausado, se detiene a mirar los adornos de Navidad que decoran y forman parte del inmobiliario urbano de calles y barrios de Vitoria estos días. “Ay, qué distinta es la vida ahora”, suspira. Y puede decirlo desde el pleno convencimiento y su máxima experiencia.

Membrillos caseros, pollo del corral... los banquetes con los que se celebraban las fiestas eran simples que los actuales

A sus 94 años de vida, sabe de lo que habla. En un breve momento y sin dificultad ninguna, pone la vista en blanco y viaja a un golpe de velocidad al pasado: en mi casa nos juntábamos 7 u 8 familiares y nos íbamos a la tarde a tomarnos todos juntos una Coca-Cola. Ya existía entonces esos refrescos y nos tomábamos una mientras cantábamos villancicos...”, comparte su experiencia. Recuerda aquellos años como felices y tranquilos. “No creo que ahora las Navidades sean peor. Yo las he pasado con mi mujer que está malita de Parkinson y mis hijas. Y he estado muy a gusto con mi familia, es lo más valioso. Pero antes eran muy diferentes a las de ahora”, dice.

Al igual que Sagrario y Domi, también recuerda que el banquete de estas fiestas era más humilde. En su casa también criaban pollos y su ama solía ir a venderlos en Bilbao, recuerdo que guarda con especial mimo. 

POBREZA

Si en algo han cambiado estas fechas también es en el consumo general que promueven las fiestas navideñas. Las calles y barrios de la ciudad se llenan de personas que corren de un lado a otro en busca de los últimos regalos que comprar para compartir en familia, casi con ansiedad, para abarrotar el árbol de Navidad con el máximo número de cajas posible que permita la cartera.

Ocurre lo mismo en los supermercados, pescaderías y carnicerías. Se abarrotan de gente comprando una cantidad importante de alimentos. Y esto es precisamente lo que más destaca otro alavés, Miguel. “A mi me gustan más ahora, antes había demasiada precariedad”, dice. 

Emi por su parte, una alavesa de 80 años de toda la vida, asegura que eso que es lo que más le gusta a Miguel es lo que menos le gusta a ella y destaca que antes estas fiestas eran más calmadas, más humanas y más familiares. Acusa al consumismo y al incorfomismo al cambio radical de las fiestas navideñas.

"FIESTAS TOTALMENTE DISTINTAS"

“Antes eran otra cosa totalmente distinta. Ahora llenamos la mesa de una cantidad de comida abrumadora, ponemos lo que no vamos a ser capaces de comer. Y compramos muchísimos regalos a los más pequeños, tanto así que no son capaces de valorar todo lo que reciben y solo tienen ansiedad por seguir abriendo más y más paquetes. Antes no pasaba así. A mis hijos les regalaba como mucho un regalo, porque es a lo que podíamos llegar, y usaban ese juguete durante todo el año con la misma ilusión y los mismos nervios. Esos juguetes eran usados día a día hasta que se rompían. Ahora a mis nietos se les regala tantas cosas que no aprecian ninguna. En Olentzero reciben un porrón de regalos pero en reyes ya quieren otros tantos y dejan estos en el cajón olvidados. Las Navidades antes tenían otro espiritu. Aunque para mi lo importante sigue siendo juntarme con todos ellos. Aunque ellos no lo valoren yo sí. Me encanta poder sentarme en la mesa y ver a mis hijos ya tan mayores, con sus familias, sus hijos, y poder compartir ese rato con ellos y los más pequeños. Porque, al menos, estas fiestas aunque hayan cambiado es esto lo que nos sigue regalando: la nueva oportunidad de volver a juntarnos aunque solo sea una vez al año”, dice.

Además, por último, otro de los aspectos que también ha cambiado de manera considerable son los propios juguetes que se pedían antaño con los que se piden en la actualidad. Así, la tecnología ha cumplido un papel esencial en esta transformación y si antes los Furby, el tamagotchi, los muñecos y los balones cumplían un papel esencial, ahora los móviles y tablet le han cogido la delantera.