Agurain. korrika, la marcha bianual por relevos a favor del euskara organizada por AEK, entrará en Álava por Santa Cruz de Kanpezu el próximo día 19. Lo hará a las 8.40 horas, según el horario previsto, procedente de Mues. De allí, por el puerto de Azaceta, se dirigirá a Alegría-Dulantzi para recorrer la Llanada hasta Agurain, Zalduondo y Araia. Por la tarde, nuevo recorrido a la Llanada, esta vez por su parte norte, hasta Vitoria-Gasteiz, donde está previsto que arribe hacia las 18.45 horas, para celebrar diversos actos. Seguirá hacia Trebiñu y Argantzun, ya comenzado el día 20, y luego hasta Koartango, para alcanzar Urduña y Amurrio, entrando después en Bizkaia.
Los korrikalaris recorrerán en el territorio comarcas en las que la lengua vasca era, hace tan sólo unas décadas, como mucho un recuerdo. Muy distinta es, sin embargo, la situación actual, en la que el conocimiento del euskara y, sobre todo, su prestigio social, han crecido exponencialmente. El uso de la lengua vasca se fue perdiendo, por supuesto, por la represión del euskara y la imposición del castellano, pero también por la interiorización de que el euskera, el vascuence, era un idioma de gente rústica e inculta, al que lo mejor que se podía hacer, en palabras de Miguel de Unamuno, era organizarle unos honrosos funerales. Así tenemos el caso, hoy en día, de personas que nunca pudieron entenderse con sus abuelos, vascoparlantes monolingües, ya que sus padres, bilingües, no les enseñaron la lengua vasca.
Se ha pasado así, en poco más de un siglo, de un escenario en el que sólo los más ancianos conocían la lengua vasca, a otro actual, mucho más esperanzador, caracterizado porque son los más jóvenes los que conocen el euskara, aunque su uso cotidiano continúe siendo una tarea pendiente. Atrás han quedado los tiempos en los que los naturales de la Llanada llamaban vascos a los guipuzcoanos, debido a que usaban la lengua vasca.
Este cambio ha sido posible gracias al esfuerzo colectivo de un pueblo que ha interiorizado que su lengua originaria tiene un valor fundamental, desde varios puntos de vista, para su propia estructuración como tal. Desde los tiempos en los que el rey de Navarra Sancho VI, acertadamente llamado el Sabio, denominaba al euskara lingua navarrorum (lengua de los navarros), las cosas con respecto al euskara han dado muchas vueltas. Todavía en el año 1609, el obispo de Pamplona, Antonio Venegas de Figueroa, organizó un concurso de poesía religiosa con motivo de las fiestas del Corpus Christi. Las obras podían presentarse tanto en castellano como en latín o en euskara, porque, en palabras del obispo, "no es razón que la lengua matriz del Reyno quede desfavorecida". El premio en lengua vasca lo obtuvo Martín Portal, un alavés natural de Peñacerrada. En esa época, siglos XVI-XVII, centrándonos en Araba, el euskera era la única lengua de gran parte de los habitantes del territorio, especialmente de Vitoria hacia el norte.
El euskera en Araba Tenemos gran cantidad de testimonios en ese sentido de la época referida. Los judíos de la sinagoga de Gebara, a mediados del siglo XV, según documento hallado por Rafael de Floranes en 1775, cantaban sus honras fúnebres en euskara. En los siglos posteriores, cualquier procedimiento judicial que se efectuase en la Llanada requería de intérpretes, ya que los naturales del país sólo hablaban euskara. Por ejemplo, en el curso de una investigación acerca del expediente de nobleza de un tal Pedro López de San Román, en 1655, los informadores sólo pudieron encontrar una persona que hablase en castellano en Alaitza y Langarika, en Andollu sólo el cura lo conocía, en Ezkerekotxa, relatan, "todos hablaban vascuence muy cerrado, sin hablar palabra de castellano". En Arrieta hablaban castellano el cura y otra persona, en Trokoniz había "muy pocos que supiesen la lengua castellana" y en Ixona "todos hablan vascongado".
No sólo los campesinos eran vascoparlantes, sino también los alaveses pertenecientes a las clases altas, como confirma el manuscrito de Johan Pérez de Lazarraga, señor de la torre de Larrea. En ese sentido, los historiadores Gervasio di Cesare y Kike Fernández de Pinedo han localizado un documento redactado en lengua vasca, fechado en 1649. Consiste en un requerimiento dirigido a Elena Ruiz de Ibarreta, esposa de Pedro Pérez de Iduia, natural de Ozaeta, emparentada con los Lazarraga. Todo ello nos indica que la nobleza alavesa de aquella época no sólo conocía el euskara, en contra de lo que hasta ahora se ha querido hacer creer desde la historiografía oficial, sino que en muchos casos ésa era la única lengua que hablaban.
La situación cambió con la llegada de la dinastía Borbón al trono de España en el siglo XVIII. La relativa descentralización de los distintos territorios de la monarquía, favorecida en este caso por la labor de los secretarios reales vascongados, da paso a todo lo contrario. La foralidad sufre continuos ataques, mientras que la enseñanza primaria obligatoria se convierte en la mejor arma para la imposición de la lengua castellana y el arrinconamiento de la vasca.
Cuando el padre jesuita Agustín Kardaberaz estuvo predicando por la Llanada, allá por el año 1740, un hombre, natural de Agurain, le dijo: "¿Cómo va a haber buena educación y el catecismo necesario en el País Vasco, si se hace todo lo posible para echar a perder el vascuence, y a nuestros muchachos y niños se les impide hablarlo con el miedo y el látigo?".
En 1798, el historiador Landazuri señala cómo una de las causas de la pérdida de la lengua vasca en Álava era "el haber entrado por curas en los pueblos personas que ignoraban este idioma o que no hacían aprecio y caso de uso de él, pues si en los púlpitos hubieran explicado la doctrina cristiana conforme lo hicieron sus antecesores y no en castellano, se hubiera conservado este idioma". Todavía en 1842, el juzgado de Salvatierra contrataba a un intérprete, lo cual significa que en aquel entonces existía en Agurain y su Partido Judicial un número apreciable de personas que no sabían castellano.
La lengua vasca, tras las derrotas en las sublevaciones carlistas, con la consiguiente abolición de los Fueros, pasó a ser un idioma sin prestigio, propio de rústicos incultos. Aún más tras la instauración manu militari de la dictadura franquista, cuando los vascoparlantes no sólo fueron objeto de burla, para las clases dominantes, sino además sospechosos de disidencia política. ¿A quién puede extrañar que, en esas condiciones, los padres no enseñasen la lengua vasca a sus hijos, ni siquiera para utilizarla en el ámbito doméstico?
El estudio de Luis Luciano Bonaparte, realizado en 1863, incluye dentro del área vascoparlante a la zona norte de los municipios de Ganboa, Gebara y Barrundia, aunque hay testimonios de que también se hablaba en los de San Millán, Zalduondo y Asparrena. Ladislao de Velasco, en 1879, señala que en esos municipios había 430 vascoparlantes. En el estudio de Pedro de Yrizar, realizado en 1973, tan sólo se constatan tres vascoparlantes, los tres en Barrundia, uno en Marieta-Larrinzar, otro en Elgea y un tercero en Ozaeta. Los barrundiarras todavía se acuerdan de Apolonia Goitia y de Andrés Uriarte, del caserío Sanandre de Elgea, los últimos vascoparlantes autóctonos de estos valles. Luisa Uriarte, de Ozeta, fallecida recientemente, contaba como en su casa, la de Vicente Uriarte, el molinero, se hablaba euskara, pero a ella ya no se lo enseñaron?