Madrid - Es muy conocido en televisión, entre sus papeles más destacados está el que interpretó en Compañeros. Su vocación de actor se interpuso en su carrera como directivo del INI. Con un puesto de primer nivel en la mano, lo dejó todo para dar rienda suelta a su pasión, el teatro. Ha llovido mucho, han pasado más de cuarenta años y nunca se ha arrepentido de haberse liado la manta a la cabeza y haberse hecho titiritero y trotamundos de la interpretación. Vive desde finales de los 80 en Puerto Real (Cádiz). Los espectadores que no pudieron ver el capítulo de ayer tienen hoy una segunda convocatoria en Neox a las diez y media de la noche.

¿Dónde ha estado escondido hasta la segunda temporada?

-Soy el padre de Carmen, la protagonista de Allí abajo, y hasta ahora estaba en el cortijo apañando las bestias. Soy el mayoral y estoy al cargo de novecientas reses bravas y también ovejas, cochinos, chivos? un poco de todo, muy de campo y muy natural.

Una serie que apetece a muchos actores, ¿no?

-Me imagino. Mi personaje es una golosina. He entrado a saco, con mucha energía. El padre de Carmen es un personaje muy elemental y primario, procesa poco; todo lo que piensa o siente lo suelta directamente y el conflicto está servido con Iñaki.

Su primera vocación era la de ejecutivo de una empresa y de repente se le cruzan los cables a los 26 años y lo deja todo por ser titiritero. ¿Es así?

-Más o menos. Era ejecutivo en el INI, en la empresa nacional del aluminio, cuando el teatro apareció por delante mis ojos. Me pareció un reto tan importante conmigo mismo que me enfrenté a él. No encontraba esa pasión en ninguna actividad de las que hacía. Pedí una excedencia, pero me dijeron que los del nivel uno del INI teníamos que dar ejemplo, que no había excedencia.

Y usted se lió la manta a la cabeza y lo dejó todo, ¿no?

-Sí. Me comentaron que no teníamos acceso a la excedencia porque estábamos muy bien situados, era cierto. Les dije: “Si no me dais la excedencia, en quince días me dais el finiquito y me voy, me apetece probar mucho lo del teatro”. Y aquí estoy, hablando varias décadas después con usted sobre mi trabajo como actor. Eso ocurrió hace cuarenta años, me acabo de jubilar el día 11 y he estado cotizando durante todo este tiempo, no me fue mal.

¿No le dijeron en su casa que dejaba de lado la seguridad por una profesión que no ofrecía casi nada de lo que tenía?

-No entendieron nada, pero no era una cuestión de entender, era de sentir. Tenía un futuro hecho a los 26 años, había tocado techo, solo tenía dos jefes por encima, el de personal y el presidente. Así que dejarlo todo por una aventura como ésta para mis padres fue una locura, les dio un siroco. Con el tiempo acabaron entendiéndolo y se reconfortaron con la idea de que yo fuera actor.

Vuelve a liarse la manta a la cabeza en los 80 y deja Madrid, el epicentro de la profesión de actor, para irse a Cádiz.

-Esa es otra coyuntura vital y familiar. Veníamos a pasar quince días y al final nos quedamos. Tuvimos mucho éxito con la función y siempre que se inauguraban las Jornadas de Teatro de la Bahía en Puerto Real contaban con nosotros. Así fue hasta el 86 u 87.

¿Se enamoró de Cádiz?

-Hubo una pérdida importante en mi vida y me dijeron mis amigos de allí: “Vente para acá, la situación es muy agradable, el tiempo es bueno, la vida es fácil”. Me convencieron. Con la misma, cogimos mi mujer y yo la furgona, nos fuimos a Madrid, echamos la vespa, el colchón de matrimonio y una perra pastor alemán y nos plantamos acá, en Cádiz. Aquí nacieron nuestros hijos y es un sitio maravilloso para el afecto, las relaciones personales directas, todo el tiempo es nuestro, no hay servidumbres.

Su vida ha sido un continuo cambio.

-La vida me ha llevado siempre por un sendero cálido y agradable, no tengo la sensación de haber dejado nada atrás. Al principio fue duro para la compañía hasta que nos pusimos de pie. A día de hoy, miro hacia atrás y es una sensación muy agradable de relaciones con gente con la que he intercambiado experiencias o he conocido. Yo repetiría toda mi vida. Ha habido cambios bruscos, es evidente, pero yo no tengo esa sensación.

Cuando mira hacia atrás?

-No echo de menos los madriles, me encanta ir allí. Voy a Madrid a buscar referencias, a ver a compañeros, ver montajes de teatro. Pero te digo una cosa: en Cádiz, en Puerto Real, la vida es mía, todo mi tiempo es mío. Hay mucha calidad de vida. De espíritu me siento puertorrealeño.

¿Le ha tratado bien la vida de titiritero o ha tenido muchos altibajos en la interpretación?

-Los parones siempre han sido voluntarios. He parado por saturación, por recuperar el terreno perdido. A la compañía nuestra, Espacio cero, siempre le interesó la búsqueda de otras formas escénicas. Tengo que reconocer que ha sido muy agradable transitar durante casi cuarenta años por este caminito escénico.

Ha hecho muchos personajes, pero ¿hay algún papel que en todos estos años de profesión se le haya quedado en el tintero?

-Si, Macbeth. Esa es mi espinita, pero si algún día me lo ofrecen me va a pillar un poco mayor. Aunque siempre se puede hacer una adaptación y me veo muy capaz de hacerlo.

¿Nunca ha tenido oportunidad de interpretarlo?

-El mundo de la televisión te absorbe mucho tiempo y para hacer un proyecto de ese tipo necesitas por lo menos tener un año de disponibilidad, poder prepararlo para ponerlo en escena.

¿Ha dicho que no a algún trabajo?

-No, nunca, como decía Fernando Fernán Gómez, no hay que decir que no, salvando las distancias: por Dios, don Fernando, no se me enfade usted con esta comparación. Siempre que alguien ha querido contar conmigo para lo que sea, desde un corto a una colaboración, me dejo; me gusta mucho este tipo de cosa. La vorágine de la televisión enlaza una cosa con otra.

Sí ha hecho algún parón...

-Sí, y me vino muy bien porque coincidió con el fallecimiento de Margarita (su mujer) y había que reconstruir otra vez la unidad familiar. La vida me puso en esa tesitura sin yo demandarla, ha sido muy importante que yo haya estado al pie del cañón esos dos o tres años. No estuve inactivo porque alguien me apartara, fui yo quien decidió estar más hacia dentro.

¿Tiene más proyectos de teatro?

-He estado muy centrado en la serie, para mí ha sido una alegría muy grande poder estar con todos estos actores, tanto los andaluces como los vascos. Me lo estoy pasando divinamente con ellos.

¿Será el padrino de boda?

-Uff, se lo estoy poniendo duro al vasco este, a Iñaki; no me gusta nada para mi niña.