Cuando Paul Klee (1879-1940) terminó la acuarela Angelus Novus en 1920 nadie podía llegar a imaginar que otro pintor llamado Adolf Hitler (1889-1945), que en esos momentos estaba gestando el Partido Nazi, metería de nuevo a Alemania y al mundo en una nueva y aún más cruenta contienda bélica a nivel mundial.
La Gran Guerra -la primera- había acabado hacía dos años. Tanto Klee como Hitler fueron movilizados y participaron en ella en el bando germano. Sin embargo, la paz firmada en el Tratado de Versalles al año siguiente (1919) sentaría las bases del descontento popular en Alemania.
De aquello se sirvió Hitler, que había visto truncada su carrera pictórica al ser rechazado hasta en dos ocasiones por la Academia de Bellas Artes de Austria, para ir sumando primero la popularidad y después el poder necesarios para hacerse con las riendas del estado.
32x24 cm
El cuadro de Klee tiene unas dimensiones muy reducidas, pero el peso que tiene en el imaginario teológico, cultural y filosófico es muchísimo mayor. Sus 32x24cm reflejan la imagen de un ángel nuevo que, según la tradición hebrea recogida en el Talmud, tiene la función de recrear la voz de Dios, pero su destino es trágico y fugaz, puesto que está destinado a desaparecer y ser reemplazado por otro nuevo.
Esta lectura contribuyó para que el mundo de la filosofía se adentrara en la concepción y significado de la naturaleza humana, el progreso o la memoria identitaria, por ejemplo.
Walter Benjamin
Todas estas circunstancias provocaron que la obra suscitara inmediatamente el interés de Walter Benjamin (1892-1940), un escritor, ensayista y filósofo judío, también alemán. El lienzo fue para él una tremenda fuente de inspiración y realizó una ingente cantidad de artículos relativos a este asunto, entre los que destaca la Tesis sobre la filosofía de la historia.
En dicha publicación lo describe así: “Se muestra a un ángel que parece a punto de alejarse de algo que le tiene paralizado. Sus ojos miran fijamente, tiene la boca abierta y las alas extendidas. Su rostro está vuelto hacia el pasado. Donde nosotros percibimos una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única que amontona ruina sobre ruina y la arroja a sus pies.
Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado, pero desde el paraíso sopla un huracán que se enreda en sus alas y que es tan fuerte que no puede cerrarlas. Le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras los escombros se elevan ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso”.
Al llegar los nazis al poder en 1933, Klee y Benjamin escapan de Alemania. El primero se refugia en Berna (Suiza), en donde había nacido, y el segundo hace lo mismo en París, en donde su padre había trabajado como banquero.
PINCELADAS Y FOTOGRAMAS
Mikel Razkin Fraile imparte desde hace varios años clases en varias localidades de Navarra y en 2022 recopiló 50 historias breves en un libro titulado Pinceladas y Fotogramas (Ed. Cántico).
Nada más comenzar la II Guerra Mundial en 1939 el filósofo trata de vender el cuadro para costearse el viaje a los Estados Unidos, pero ser catalogado como izquierdista y antisionista no le granjea los suficientes contactos para conseguir una buena venta.
Además, al tiempo es apresado y ubicado en un campo de internamiento como sospechoso de ser colaborador de los nazis por culpa de su origen. Ya libre, la inminente llegada del ejercito alemán a París en junio de 1940 le empuja a confiar sus escritos y el lienzo a uno de sus amigos, que lo oculta todo en la Biblioteca Nacional de Francia.
La Francia de Vichy
Benjamin consigue finalmente el visado de entrada a los Estados Unidos con el documento del tránsito por España, pero al cruzar la frontera tratando de huir de la Francia de Vichy, que era un gobierno colaboracionista con el régimen nazi, las autoridades españolas le dan el alto al carecer del documento de salida del país vecino.
La policía franquista lo detiene y lo aloja en un hotel de la localidad de Portbou (Girona), a la espera de ser entregado a la Gestapo alemana.
“En una situación sin salida, no tengo otra elección. Es en un pequeño pueblo situado en los Pirineos, en el que nadie me conoce, donde mi vida va a acabarse. Le ruego que transmita mis pensamientos a mi amigo Adorno y que le explique la situación. No dispongo de tiempo suficiente para escribir todas las cartas que habría deseado escribir” - rubrica socorridamente Walter Benjamin en un papel. Posteriormente ingiere una potente dosis de morfina y muere.
Tres meses antes que él, Paul Klee también había pasado a mejor vida.
Al finalizar la guerra en el año 1945, el cuadro es finalmente recuperado de la biblioteca parisina y en estos momentos se puede contemplar en Jerusalén, en el Museo de Israel.
PARA SABER MÁS...
Qué leer: El pasajero Benjamin, de Ricardo Cano (1988).
Qué ver: Quién mato a Walter Benjamin, de David Mauas (2005)