Dos sombras caminan penosamente por una oscura calle de París. Los dos arrastran un buen número de bártulos y zigzaguean por la rúa por culpa de la ingesta de alcohol. Hace horas que el vino, la cerveza y los licores han hecho mella en ellos.
Esta pareja podría resultar extraña si no fuera porque por estos lares y a estas horas de la noche todos los gatos son pardos. El refranero popular es sabio y dicta que Dios los crea y ellos se juntan.
Del más bajito de los dos podría decirse que viste de punta en blanco, pero los estragos de la bebida hace ya bastante horas que restaron puntos a la elegancia de su indumentaria. Su abrigo y su sombrero denotan que maneja dinero, pero su corta estatura implica que algo raro le sucede.
Concertar matrimonios entre parientes para no dispersar la fortuna familiar provocó que Henri Toulouse-Lautrec (1864-1901) pagara con creces el pecado de la endogamia. Nació con una clara debilidad en los huesos y antes de los 15 años ya se había fracturado ambos fémures, lo que le imposibilitó seguir creciendo con normalidad.
El rudo compañero que le sigue es un delgado hombre entrado ya en la treintena de años, que balbucea palabras en neerlandés y que parece querer discutir hasta con su propia sombra. No sólo su pelo y barba rojas le hacen destacar sobre los demás, también lo hace su propia mirada.
Los ojos de Vincent van Gogh (1853-1890) reflejan que sobre sus espaldas descansa una vida que ha tenido que ser complicada. Se encuentra en París tras abandonar Amberes, enfermo ya de sífilis. Ha llegado a la ciudad para pedir ayuda a su hermano Theo, que trabaja en una galería de arte. La enfermedad le está provocando que vaya perdiendo los dientes.
Al día siguiente ambos madrugarían porque si algo amaban Henri y Vincent era la pintura. Los dos se conocieron en el Atelier Cormon en 1886, en el que el pintor Fernand Cormon (1845-1924) les guiaba en su taller para que adquirieran los conocimientos necesarios para que sus obras pictóricas fueran aceptadas en las exposiciones del celebérrimo Salón de París.
Ninguno de los dos lo consiguió jamás.
El círculo se vuelve a cerrar en Montmartre en el momento en el que el día da paso a la noche y convierte las 24 horas de la jornada en un auténtico bucle. Los dos amigos se reúnen en un bar y socializan con el resto de protagonistas de la bohème parisina; artistas, bailarinas, tahúres, prostitutas y adúlteros.
Sus dos atormentadas almas no brillan menos que las demás entre las luces que alumbran el interior de aquellos bulliciosos antros de vicio y fornicio.
PINCELADAS Y FOTOGRAMAS
Mikel Razkin Fraile imparte desde hace varios años clases en varias localidades de Navarra y en 2022 recopiló 50 historias breves en un libro titulado Pinceladas y Fotogramas (Ed. Cántico).
Cuando el hada verde que se oculta en la absenta comienza a hablarles al oído a los artistas, los dos sacan sus lienzos o directamente algún papel que cae en sus manos, reblandecen las cerdas de sus pinceles y comienzan a dar rienda suelta a la magia. Por un lado, Henry posee clientela y vende pinturas a los dueños de los locales.
Algunas de sus obras las regala y otras se quedan olvidadas encima de la mesa sobre la que descansan su botella y vasos ya vacíos. Por el otro, Vincent regatea el precio de las copas y trata de cambiar sus cuadros por tragos.
París en esos momentos es la capital mundial de la pintura y el término impresionismo hace años que está en boca de todos como movimiento y estilo artístico. Estos dos incomprendidos no serán catalogados dentro de este nicho. Los identificarán como postimpresionistas. Eran distintos, eran muy diferentes a los demás... eran únicos: la extraña pareja.
PARA SABER MÁS...
Qué leer: Impresionistas y Postimpresionistas, de VV.AA. (2013).
Qué ver: La extraña pareja de Gene Saks (1968).
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