HACÍA mucho que no veía el informativos Telecinco de Pedro Piqueras y el viernes lo pillé. Hablaba de la Reina Sofía y del "honor" que ella había tenido al poder tomar en brazos a los dos ejemplares de osos pandas que han nacido en el zoo de Madrid. Está bien que el honor le venga a una reina del mundo animal. Quizás algo de ese honor es el que debería haber probado Benedicto XVI antes de celebrar esa misa general desde Santiago y que tanta repercusión ha tenido a juzgar por las cientos de cadenas de televisión desplazadas hasta los aledaños de la catedral de Santiago. Esas misas de ahora ya no tienen nada que ver con aquellas de Juan Pablo II. Verdaderos clásicos en la concentración de gente joven. Pero todo ha cambiado. De un tiempo a esta parte a la iglesia les están saliendo los casos de pederastia por muchos lugares. Muchos de aquellos jóvenes que coreaban el totus tuus hoy comienzan a confesar sus experiencias de los viajes de vuelta en el asiento de atrás del autobús. Y llega Benedicto XVI y se le ocurre sacar de la chistera papal la comparación del actual laicismo con el de la II República. Una frase difícil de digerir para una sociedad que agonizó durante cuarenta años asfixiada de sotanas y secuestrada por los sables. La visita del Papa ha coincidido con el viaje relámpago de Zapatero a Afganistán donde los informativos lo sacaban tocado de chaleco antibalas y algo despeinado. Pronunciando uno de esos discursos que no deberían permitirse en los telediarios de los fines de semana. Y menos si por aquí viene a decirnos la misa el Santo Padre. "No hemos venido a Afganistán para quedarnos" repitió Zapatero, dos veces, como acostumbra. Aunque recordando cómo acabó la II República, yo que Zapatero tampoco descartaría poder pedirles en el futuro asilo a los hermanos afganos.