No hace falta vivir en el campo para apoyar el medio rural y los productos de kilómetro cero. Tampoco hace falta tener huerta propia, ni cambiar por completo sus hábitos de consumo. A veces, basta con abrir los ojos en el supermercado, buscar una etiqueta diferente, o elegir una tienda en lugar de otra. Desde la ciudad, también se puede apoyar al medio rural. En Álava, donde más de una cuarta parte del territorio está dedicado a la actividad agraria, pequeños gestos diarios pueden marcar una gran diferencia.
Uno de los gestos más eficaces es comprar en mercados de proximidad. Los mercados semanales o mensuales son una oportunidad para adquirir alimentos de cercanía. En el Mercado de Productores de Santa Bárbara, en Vitoria, por ejemplo, es posible encontrar frutas, verduras, carnes y quesos que no han recorrido más de 50 kilómetros hasta llegar al mostrador. La diferencia se nota. En el sabor, en la frescura, en la conversación con quien lo ha producido. Y también se nota en el impacto. Comprar directamente al productor reduce intermediarios, mejora el precio que recibe quien cultiva y mantiene viva la actividad agraria local.
Las ferias agroalimentarias son otra vía donde adquirir productos de cercanía y apoyar directamente a los agricultores, ganaderos y artesanos. Además de servir como punto de venta, también cumplen una función educativa y cultural: muestran técnicas tradicionales, promueven la biodiversidad agrícola y refuerzan el vínculo entre campo y ciudad. Se han convertido en puntos de encuentro donde se reconoce el valor del trabajo rural y se impulsa una alimentación más consciente.
Cooperativas
Otra vía es apostar por los productos procedentes de cooperativas. Muchas de las patatas, legumbres, hortalizas o carnes que se venden en tiendas y supermercados provienen de entidades cooperativas formadas por personas del medio rural. Al elegirlos, estás apoyando negocios locales que reparten mejor el beneficio, promueven prácticas sostenibles y garantizan cierta estabilidad a sus socios. No hace falta ir muy lejos: marcas como Udapa, Euskaber, o Baserria KM0 son ejemplos de cómo una organización colectiva puede competir en calidad y sostenibilidad con cualquier gran distribuidora. Solo hay que fijarse un poco más al hacer la compra.
También se puede apoyar el medio rural con nuestro tiempo y nuestras decisiones de ocio. Muchas bodegas, queserías y explotaciones agrarias de Álava organizan visitas, catas y actividades divulgativas. Participar en ellas es una forma de generar ingresos complementarios para las familias del campo, al tiempo que nos acercamos a la realidad de quienes producen lo que comemos.
Opciones urbanas
Otras opciones, más urbanitas, son los grupos de consumo responsable, asociaciones vecinales, huertos urbanos y programas educativos que organizan compras colectivas o promueven productos de cercanía. Participar no requiere grandes conocimientos ni demasiado tiempo. Lo importante es la constancia. Y el deseo de hacer las cosas de otra manera. Porque detrás de cada producto local hay una historia, un oficio, una familia. Un paisaje que no se mantiene solo.
Consumir con sentido, preguntar de dónde viene lo que comemos, buscar alternativas al consumo masivo son formas de actuar a nivel local con una mirada más amplia.