La reciente detención de Pavel Dúrov, fundador de Telegram, en un aeropuerto de París ha desatado un intenso debate global sobre la privacidad, la seguridad y la regulación en el entorno digital. Con casi 950 millones de usuarios en todo el mundo, la popular aplicación de mensajería se encuentra en el ojo del huracán, cuestionando hasta qué punto estas plataformas deben proteger la privacidad en un entorno digital cada vez más complejo.
Telegram nació en 2013 como una aplicación que apoyaba la libertad de expresión y la resistencia contra regímenes autoritarios. Dúrov, un multimillonario ruso con ciudadanía francesa, diseñó la aplicación con la idea de proteger la privacidad de los usuarios a toda costa, incluso frente a la represión estatal. En 2014, Dúrov fue forzado a exiliarse de Rusia tras negarse a entregar datos personales de usuarios ucranianos a las autoridades rusas.
La expansión de la plataforma ha traído consigo nuevas y complejas realidades. Durante las protestas en Hong Kong en 2019, Telegram se convirtió en el canal favorito de los manifestantes, ofreciendo un espacio para la organización sin temor a represalias. La guerra de Ucrania ha intensificado su uso como herramienta de propaganda y espionaje.
Refugio de extremistas
Sin embargo, la falta de moderación efectiva en Telegram ha suscitado preocupación entre los gobiernos europeos, quienes han señalado que la plataforma se ha convertido en un refugio para la violencia extrema, las teorías conspirativas y el crimen organizado.
El Instituto para el Diálogo Estratégico (ISD), un grupo de expertos antiextremismo con sede en Londres, ha publicado un informe en el que destaca el papel de Telegram en la coordinación de disturbios ultraderechistas en el Reino Unido. Según el ISD, la aplicación “ha proporcionado un espacio seguro para que estos grupos coordinen actividades y fomenten la violencia”, con ataques a mezquitas y agresiones a refugiados.
Francia no es el primer país en tomar medidas contra Telegram. España estuvo cerca de bloquear la aplicación en 2021 debido a su negativa a colaborar en una investigación sobre infracción de derechos de autor. Además, la aplicación se convirtió en la herramienta predilecta de neonazis y teóricos de la conspiración durante la pandemia. La medida fue finalmente descartada, pero puso de manifiesto hasta qué punto están dispuestas a llegar las autoridades europeas para garantizar el control sobre estas plataformas.
Pero, ¿qué hay detrás de persecución a Telegram? “Lo que quieren es ver si hay una puerta trasera que permita acceder a la información y si la compañía les da permiso para hacerlo. El problema estaría en ver a quién se le daría ese permiso y a quién no. ¿Por qué a Estados Unidos y Alemania, por ejemplo, sí se les podría dar permiso y a países como Afganistán o Albania no? Es un tema complicado”, apunta Juan de la Herrán, experto en tecnología y ciberseguridad.
La detención de Dúrov en Francia supone un punto de inflexión. Las autoridades francesas acusan a Telegram de complicidad en delitos graves, entre los que se incluyen el tráfico de drogas y la difusión de pornografía infantil. La Fiscalía francesa ha dejado claro que esta detención no es un acto aislado sino que forma parte de una estrategia más amplia para combatir la impunidad digital.
Telegram, por su parte, ha rechazado las acusaciones que se han vertido sobre ella. En un comunicado, la empresa argumenta que “es absurdo afirmar que una plataforma o su propietario son responsables del abuso de esa plataforma”, subrayando que cumple con las leyes de la Unión Europea, incluida la Ley de Servicios Digitales.
Entre el apoyo y la crítica El arresto de Pavel Dúrov ha suscitado una ola de reacciones a nivel mundial. Figuras como Nigel Farage, Elon Musk y Tucker Carlson han criticado al presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, acusándolo de utilizar la detención con fines políticos. Edward Snowden, conocido por revelar los programas de vigilancia masiva de Estados Unidos, ha calificado la detención como “un atentado contra los derechos humanos básicos de expresión y asociación”.
Por su parte, Macron ha cuestionado la ética de una plataforma que, en su búsqueda de libertad, parece haber olvidado su responsabilidad social y ha defendido la legalidad de la detención, subrayando que se trata de un proceso judicial y no de una decisión política. “En un Estado de derecho, las libertades se ejercen dentro de un marco establecido por la ley para proteger a los ciudadanos”, ha afirmado recientemente el presidente.
Organizaciones internacionales de derechos digitales, como la Electronic Frontier Foundation y Privacy International, han guardado un silencio cautelso. La falta de una postura oficial sugiere la complejidad del caso.
La pregunta central es hasta qué punto las plataformas digitales son responsables del contenido que alojan. Telegram ha defendido su compromiso con la privacidad y la libertad de expresión, pero la falta de moderación ha hecho que se convierta en un “espacio seguro” para actividades ilícitas. La plataforma se encuentra en una encrucijada, tratando de equilibrar su compromiso con la privacidad y la libertad de expresión con la creciente presión para colaborar en la lucha contra el extremismo y la delincuencia.
“La seguridad no es un privilegio, es un derecho”, declaró en 2023 Natalia Krapiva, coordinadora de Access Now, una organización de derechos digitales. “Dúrov debe invertir en derechos humanos en todos los ámbitos”.
Juan de la Herrán reconoce que es un tema espinoso: “Telegram era maravilloso cuando nos contaban lo de la ‘Primavera Árabe’ y ahora resulta que es malísimo porque hay atentados. ¿Qué hacemos entonces? ¿Cerramos la empresa? ¿Le obligamos a poner un sistema en el que los usuarios puedan ser espiados? ¿Mediante qué gobierno: el de Venezuela, España Albania o Estados Unidos? Es complicado porque el sistema está diseñado de tal manera que no se puede acceder a la información. Si se creara una puerta, se podrían interceptar las comunicaciones de todos los usuarios. En el caso de Irán, la gente tendría que dejar de usarla porque su gobierno podría acceder a sus mensajes”.
A pesar de la controversia, Telegram sigue ganando popularidad. La detención de Dúrov ha disparado las descargas. La aplicación ha alcanzado el primer puesto en la categoría de redes sociales en la App Store de Francia y el segundo lugar en Estados Unidos en la tienda de Android. El incremento de 4% en las descargas globales en iOS desde la detención de su fundador y máximo responsable indica que los usuarios ven en Telegram algo más que una simple aplicación de mensajería. Para ellos es un símbolo de resistencia en una era en la que parece primar el control digital.
Sin embargo, esta popularidad creciente puede hacer que aumenten las tensiones con los gobiernos europeos y forzar a la plataforma a adoptar políticas de moderación más estrictas que las actuales.
Seguridad digital
Surgen varias preguntas al respecto. ¿Es realmente segura Telegram? ¿Es mejor WhatsApp? ¿Se pueden interceptar las comunicaciones realizadas a través de estas plataformas? Telegram y WhatsApp son las dos aplicaciones de mensajería más populares a nivel global, y ambas tienen sus propias ventajas y desventajas en términos de seguridad y privacidad.
Precisamente, la privacidad ha sido el estandarte de Telegram desde sus inicios, potenciando así la seguridad para sus usuarios tal y como explica de la Herrán: “Telegram es segura. La empresa ha dejado claro que la información está encriptada y no hay forma de acceder a ella. Solamente puede hacerlo el usuario con su contraseña. No podemos saber realmente si es verdad, hay que confiar en la compañía y en las condiciones del servicio”.
¿Qué sucede con WhatsApp? ¿Es iugal de segura? “WhatsApp no es un sistema seguro, se podría acceder a la información. La aplicación creció muy rápido gracias sobre todo a países como España donde es muy popular. Este crecimiento se hizo de forma improvisada. No se encriptó, ni se estableció la comunicación punto a punto (cifrado de extremo a extremo); uno mismo tiene que activar los distintos parámetros de seguridad. Así, hay cuentas que tienen estos parámetros activos y otras que no”, señala de la Herrán.
Futuro incierto El futuro de Telegram es incierto. Su política de no intervención ha protegido a disidentes y activistas en todo el mundo, pero también ha permitido que extremistas y criminales operen con total impunidad. La presión para que la plataforma colabore con las autoridades y modere su contenido no hace más que aumentar. La pregunta ahora es si Europa puede, o debe, forzar a Telegram a controlar sus contenidos.
Los críticos de Dúrov argumentan que, al negarse a implementar medidas de control, Telegram se convierte en cómplice de los delitos que se comenten a través de su plataforma.
Sin embargo, otros sostienen que la intervención excesiva de los gobiernos podría abrir la puerta a la censura, amenazando la libertad defendida por Telegram. Lo que parece claro es que Europa ha trazado una línea roja: la privacidad y la libertad de expresión son esenciales, pero no a costa de la seguridad pública.