La Sección Primera de la Audiencia ha condenado a un varón de origen africano, vecino de Pamplona de 53 años, a ocho años de prisión por delito continuado de abuso sexual cometido sobre su sobrina cuando esta tenía 16 años de edad.

Los hechos sucedieron principalmente durante 2015, la menor lo fue relatando a varias personas de su entorno pero hasta 2021 no se atrevió a denunciarlos debido al miedo que sentía.

Al acusado le han impuesto una orden de alejamiento de 300 metros y de prohibición de comunicación con la víctima durante ocho años, además de seis años de libertad vigilada y tendrá que abonar 20.000 euros por los daños morales causados. La sentencia es recurrible ante el TSJN.

Le facilitaba ropa interior y le pedía que le mandara fotos con ella puesta y a los 16 años le forzó a mantener relaciones sexuales

Acogida en casa de su tía paterna

La sentencia relata que la menor empezó a vivir en 2013 en casa de una hermana de su padre y la pareja de ésta, su tío y finalmente acusado.

Los hechos probados de la resolución exponen que la relación de la menor con su tía fue buena durante el primer año, pero fue deteriorándose posteriormente, en tanto el acusado, a raíz de dicho deterioro, comenzó a relacionarse más intensamente con su sobrina, pretendiendo ganarse su confianza e intimar con ella.

Le facilitaba ropa interior y le pedía que le mandara fotos con ella puesta, transmitiéndole el acusado que la estaba sanando y enseñando la forma de seducir a los chicos.

Cuando ella tenía 16 años, acudió el encausado a la habitación de la joven y le pidió que se desnudase y, el día después, en el salón de casa, insistió en que tenía que dejarle mantener sexo para enseñarle y que sería bueno para su futuro. Ahí concretó su primer abuso, negándose ella en todo momento.

La menor estaba acogida en su domicilio y no se atrevía a contarle a su tía, pareja del acusado, lo que ocurría

Durante varios meses, cada vez que se encontraban solos, el acusado obligaba a su sobrina a mantener relaciones sexuales, indicándole ella que no quería, que le daba asco, y diciéndole el procesado que lo hacía para enseñarle.

Los hechos fueron contrarios a la voluntad de la víctima, siendo el acusado sabedor de su posición sobre ella, de que estaba acogida en su domicilio y no tenía otro sitio a donde ir, por lo que la menor estaba atemorizada y no se atrevía a contarle a su tía (pareja del acusado) lo que ocurría. Carecía igualmente de cualquier apoyo familiar.

Abandonó la casa en 2015

En septiembre de 2015, contó a la educadora de Servicios Sociales únicamente que tenía mala relación con su tía y que no deseaba continuar viviendo en el domicilio.

Se le trasladó entonces a una residencia. Una vez que salió del domicilio, fue contando sucesivamente lo ocurrido a varias personas, como un primo de su padre, la educadora citada y a dos psicólogas que la atendieron en los servicios municipales, así como a la que era pareja de su padre.

Denunció lo sucedido en abril de 2021. Apuntó que no le hizo antes debido a que se sentía mal, tenía miedo, vergüenza, pensaba que tenía culpa y hasta que no comprendió bien lo sucedido, no decidió formular la denuncia.

Las especialistas que han entrevistado a la víctima le dan total credibilidad, no aprecian que faltase a la verdad ni que tenga ningún ánimo de venganza ni motivo espurio.

Además, su relato se ha mantenido constante y coincidente en lo fundamental, afirmando desde el principio que las relaciones reiteradas eran contra su voluntad.

Por ello, la Sala aprecia “sinceridad, veracidad y seguridad en la forma de expresarse la denunciante ”.