En 2015 los directores británicos Max Gogarty y William Fairman se sumergieron sin condiciones en el mundo del Chemsex. A través de un controvertido documental, analizaron para el público generalista todas las vertientes de las largas sesiones de sexo grupal que mantenía cierto sector de la comunidad gay londinense bajo los efectos de las drogas.

Desde entonces, este fenómeno – casi exclusivamente adscrito al colectivo gay – no ha cesado de crecer en Europa. Apenas existen datos que dimensionen su impacto, pero ya son muchos los expertos en salud sexual que están comenzando a advertir cuáles los peligros que puede entrañar. Entre otros, destacan el alto riesgo de contraer VIH u otras infecciones de transmisión sexual.

¿Una práctica en auge?

"Existen hombres que, tras haber participado en una sesión de Chemsex nos llaman preocupados", afirma Marco Imbert, educador social en T4, asociación bilbaína que trabaja en favor de las personas afectadas por el VIH. Imbert reconoce, además, que ésta es una práctica que se está exportando a la Villa desde otras ciudades europeas.

Pero su incidencia en la comunidad gay local es, por el momento, baja. "En Bilbao, como ciudad, no tenemos potencialmente una 'cultura gay'. Hay lugares de ambiente donde la comunidad se puede reunir, pero no es una urbe planteada desde un enfoque como el de Barcelona, Madrid o Valencia. Allí sí existen toda una serie de características que contribuyen a que la actividad de 'ocio gay' sea elevada", explica.

La cuestión demográfica

En el mismo orden de ideas, subraya que la enorme brecha existente entre las densidades de población de estas ciudades con Bilbao también contribuye a que la actividad Chemsex sea menor en la Villa. Marta Pastor, directora de Bizkaisida coincide con él. "No se puede comparar la dimensión de este fenómeno en Bilbao con el de Barcelona o incluso Berlín porque las poblaciones son muy diferentes entre sí", expresa.

Sin embargo, Pastor, al igual que Imbert, sí ve que estas prácticas están comenzando a tener cierto calado en Bilbao. "Al final vivimos en un mundo globalizado e interconectado. Todo acaba llegando", asegura. Pero, aún con todo, constata que en la capital vizcaína todavía no hay mucha demanda de tratamientos específicos. "Quienes los piden lo hacen cuando son conscientes de que ahí hay un problema y, claro, tiene que pasar tiempo para eso", expone.

Trabajar desde la prevención y la no estigmatización

Según la psicóloga, la prevención puede y debe "jugar un papel importante" en el desarrollo de este fenómeno. Aún así, para Pastor, identificar cuáles podrían ser los factores que están contribuyendo a la expansión de estas prácticas entre la comunidad gay es igualmente importante.

Además, este análisis debería hacerse, según la directora de Bizkaisida, desde una perspectiva que se aleje de marcos mentales retrógrados a fin de no contribuir a la estigmatización de este colectivo.