os expertos llevan años avisando: “Ingerir comida basura tiene una relación directa con la pérdida de calidad de vida”. Sin embargo, está siendo ahora cuando varios países le han declarado la guerra a la comida rápida. Ejemplo de ello es la medida que se plantea Países Bajos, que baraja prohibir su venta a menores de 18 años.

O Reino Unido, que ha aprobado una ley que obliga a los restaurantes con 250 o más empleados en plantilla a señalar las calorías de cada uno de sus platos, una información que debe aparecer tanto en sus menús como en páginas webs, aplicaciones y plataformas de delivery.

Y el Estado no se queda atrás. Desde que Alberto Garzón fue nombrado ministro de Consumo del Gobierno español, las medidas, en muchos casos polémicas, no han cesado. Prohibir a famosos e influencers publicitar alimentos y bebidas dirigidas a menores, publicar un recetario de comidas sanas o incluso enfrentarse públicamente a las macrogranjas han sido algunas de las acciones que ha llevado a cabo en el último año.

Y es que en un momento en el que la tasa de obesidad está disparada, y más tras la pandemia de coronavirus, los gobiernos se han visto obligados a tomar cartas en el asunto debido a la relación directa de la mala alimentación con el declive de la salud de la población. Así, como explica la dietista navarra Ana Dean, ingerir esos alimentos hace que el colesterol o la hipertensión aumenten de sobremanera, lo que está directamente relacionado con las enfermedades coronarias. Y más allá de eso, “deprime el sistema inmune y tiene una relación directa con el sistema nervioso”, recuerda.

Repleta de azúcar

Adictiva como la droga

“A la comida basura se le llama veneno blanco, porque dada la cantidad de azúcar que tiene es extremadamente adictiva”, indica Dean. Así, pone el foco en la problemática que crea entre los menores. “Este tipo de comida tiene muchos potenciadores de sabores, y eso hace que los niños se acostumbren, y cuando les da brocoli o un arroz integral no lo quieren porque no les sabe a nada”, indica. Sin embargo, más allá de poner el foco en la llamada comida rápida, los alimentos que la población consume de manera diaria también están siendo reguladas poco a poco. Por ello, la medida más actual que ha puesto en marcha el Gobierno español es la limitación de la cantidad de sal en el pan, una restricción que ha entrado en vigor este mismo mes. Así, el producto deberá contener un límite máximo de 16,6 gramos de sal por kilo de producto. Así lo establece la nueva norma de calidad para el pan, aprobada por el Real Decreto 308/2019 que deroga la normativa vigente en el país durante más de 35 años y, entre otras cuestiones, limita la cantidad de sal que se puede emplear en la elaboración del pan común. En concreto, la nueva normativa estipula un límite máximo de contenido en sal permitido en el pan común, como producto acabado, de 1,31 gramos por 100 gramos de pan.

Con esta medida el Estado, se alinea con las recomendaciones sanitarias de la OMS que recomienda ingerir menos de 5 gramos de sal al día. Sin embargo, según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, en el Estado se consume una media de 9,8 gramos de sal diaria.

La industria alimentaria

Campañas de marketing

“La gente ve un anuncio en el que dicen que unas galletas tienen calcio, y se creen que son sanas”. La dietista Ana Dean pone sobre la mesa uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la población del siglo XXI: “Hay tanta sobreinformación que no estamos informados”. Y es que la industria alimentaria tiene “unas campañas de marketing impresionantes”. Y sobre todo, “mucho poder”, insiste.

Además, insiste en la repercusión que tiene en la población los mensajes que manda la industria alimentaria. “Hoy en día hay muchas modas, y cuando en la televisión te dicen que un producto es sano, te lo crees”. Sin embargo, cuestiona: “¿Qué es ser sano?¿Comparado con qué? ¿Cuántas veces a la semana?”, indica.

Restricciones

Veto a ‘influencers’

Precisamente para restringir los mensajes dirigidos a menores, famosos e influencers no podrán anunciar alimentos ni bebidas que se dirijan a un público infantil, ya sean saludables o no, según establece el Real Decreto del Ministerio de Consumo.

Así, la normativa afectará a los horarios de protección reforzada y a los espacios publicitarios de programas destinados al público infantil, y regulará tanto televisión como contenidos radiofónicos, salas de cine, publicidad de Internet, redes sociales, webs o apps de móviles, cuando se dirijan a menores de 16 años.

La normativa afectará a cinco categorías de productos que no podrán hacer publicidad a menores independientemente del contenido de nutrientes. La primera categoría es la de productos de confitería, de chocolate y azúcar, barritas energéticas y dulces y postres. Le sigue el grupo de alimentos que incluye pasteles, galletas dulces y demás productos de pastelería. Tampoco se podrán anunciar los zumos, las bebidas energéticas ni los helados.

Ecológica

Más cara

Sal del Himalaya, sirope de Agave... En el lado contrario a la comida rápida se encuentra la vertiente de la comida real, real food. Sin embargo, la dietista indica que “eso es llevarlo al extremo”, ya que asegura que es otra industria como la alimentaria, que busca hacer dinero. Y es que la asegura que la comida que hay que ingerir es la que comían antes, nuestros abuelos y abuelas. De hecho, pone de relieve la comida “que ahora se llama ecológica, cosa que antes no existía porque toda lo era”, insiste. “Melocotones que olían impresionante, tomates...”, unos alimentos que a día de hoy se han convertido en los más caros de los supermercados. “Hay que comer de todo, y porque de vez en cuando comas comida basura no pasa absolutamente nada. No hay que obsesionarse, todos los extremos son malos”, zanja Dean.

Medidas

En Países Bajos se aplica la edad mínima legal de 18 años para comprar alcohol, tabaco y drogas, lo que se justifica en los perjuicios que tienen en la salud, pero un efecto dañino también se vincula con la comida rápida y un grupo de expertos insta a prohibir su publicidad e incluso venta a los niños.

El Gobierno liderado por el político conservador Boris Johnson ha obligado a todos los restaurantes, cafeterías y locales de comida para llevar con más de 250 trabajadores a incluir en el menú las calorías que contiene cada plato y cada bebida. Todos aquellos establecimientos que obvien la normativa serán multados con 2.500 libras (3.000 euros)

Publicar un recetario de comidas sanas, prohibir la publicidad de comida basura para menores o limitar la cantidad de sal que puede tener el pan son algunas de las medidas que ha implantado el Ministerio de Consumo dirigido por Alberto Garzón, unas medidas que no han estado exentas de polémica.

“Gallia est omnis divisa in partes tres, quarum unam incolunt Belgae, aliam Aquitani, tertiam”

Cargo

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Cargo

“A la comida basura se le llama veneno blanco, porque con la cantidad de azúcar que tiene es muy adictiva”

“La gente ve un anuncio que dice que unas galletas tienen calcio y se cree que son sanas”

Dietista