- Mientras que muchas familias aprovechan el verano para que sus hijos refuercen el aprendizaje de los idiomas o desarrollen actividades deportivas y de ocio, otros niños en contextos de vulnerabilidad permanecen con sus familias y sin la ayuda de comedor de la que disfrutan durante el curso. “La participación en actividades de verano cuando son de calidad puede ser el equivalente al aprendizaje de dos meses del curso escolar, por lo que no asistir a campamentos tiene un impacto muy importante tanto sobre el aprendizaje, como sobre el bienestar de esos niños”, explica el experto en equidad educativa de Save The Children, Álvaro Ferrer.
Los niños que ya cerraron el curso con desventaja por la pandemia, se colocan en una posición de salida más complicada y en desventaja en la meta del nuevo año escolar. “Debemos ofrecer alternativas educativas y de ocio tras el final del curso porque durante la pandemia se ha invisibilizado a los niños y muchos se han visto afectados en su salud emocional; el colegio es súper importante para ellos, es donde empiezan a socializar y aprender cómo comportarse con sus compañeros y con ese parón de relaciones hemos detectado que necesitan ese apego que no han tenido”, indica por su parte la directora de Cruz Roja Juventud, Paula Rivarés.
Los niños volvieron a las aulas y se han relacionado con sus grupos burbuja, “unos niños con mascarillas a los que sin ella, es probable que ni conozcan”, apuntaba la responsable juvenil de la entidad humanitaria. Cruz Roja es una de las ONG que organiza durante las vacaciones campamentos y actividades “para igualar oportunidades” y para permitir conciliar a muchas familias “en un momento que más lo necesitan”, muchas de ellas atendidas durante el año en distintos programas, como de apoyo al empleo o de atención social.
Se han duplicado los hogares que no pueden permitirse una comida de carne o pescado cada dos días, mantener la casa con una temperatura adecuada, pagar la vivienda e irse una semana de vacaciones, según la Encuesta de Condiciones de Vida hecho pública por el INE. El verano es un buen momento para reforzar aprendizajes, empezando por las cosas más cercanas y no por ello menos importantes que aprender un idioma, sostienen los especialistas de infancia.
“Todas las actividades de los campamentos, además de ocio son educativas: cómo reciclar y frenar situaciones que perjudican el cambio climático, qué deben hacer en su día a día para mejorar su entorno, cómo gastar menos agua, valores de convivencia, higiene bucodental o cómo alimentarse”, destacaba la responsable de Cruz Roja Juventud.
Pero estas actividades también brindan la oportunidad a muchos niños de familiarizarse y mejorar sus competencias en ámbitos como la robótica o la inteligencia artificial, avanzar en otros conocimientos tecnológicos o conocer los derechos de infancia. “Es indudable que en verano crecen las desigualdades de aprendizaje porque en función del nivel económico de las familias van a participar o no en esas actividades de ocio y aprendizaje, e incluso hay diferencias en las cosas que hacen con sus padres; se acrecienta esta brecha y hay que sumarle que estamos en un contexto en el que en muchos hogares han perdido ingresos”, indicaba el experto de Save the Children.
Aunque aún no hay datos para evaluar esos efectos de la pandemia en los niños de familias empobrecidas, sí existe el riesgo de que pueda incidir incluso en un mayor abandono escolar. “Siendo muy prudentes, sí existe ese riesgo de que haya más adolescentes que dejen sus estudios; es bastante probable que esa desconexión que se ha producido del vínculo con los tutores y profesores por el cierre o la semipresencialidad pueda incidir”, aseveraba Ferrer.
“Durante la pandemia se ha invisibilizado a los niños y ha afectado a su salud emocional”
Cruz Roja Juventud