El otoño ya ha llegado oficialmente y el verdor veraniego lleva un tiempo dando paso a los dorados y ocres tradicionales de la estación. Todavía es tiempo de salir de excursión al campo y disfrutar de esto brillantes días. Recorrerlo en esta época sigue siendo un placer y más todavía si se hace por recorridos aptos para todo tipo de senderistas. Por este motivo, acudir al Parque Natural del Cañón del Río Lobos, en el noroeste de la provincia de Soria, junto a La Rioja y Burgos puede ser un buen plan para un fin de semana familiar con niños pequeños.
El parque
El Parque Natural del Cañón del Río Lobos es un espacio natural protegido abarca una superficie de más de 10.000 hectáreas, parte de los cuales, como un tercio, lo comparte con la provincia de Burgos. De hecho, uno de sus tres accesos por carretera se encuentra en esta comunidad, se trata de Hontoria del Pinar, al norte de parque. Los otros dos son el puente de los Siete Ojos, entre Arganza y Santa María de las Hoyas y que da al centro del curso del río Lobos, y la localidad de Ucero, cuyo castillo vigila la entrada del sur al cañón, tramo considerado el más espectacular de la ruta.
El acceso al parque es libre para senderistas y ciclistas durante todo el año, aunque existe un sistema regulado de aparcamiento para los vehículos. Existe una amplia red de senderos bien balizados que permiten conocer los diferentes espacios y disfrutar de todas su riqueza paisajista y la variedad de entornos. La mayoría son por terreno llano siguiendo el curso del río Lobos y de otros arroyos y corrientes. Son sendas de poca dificultad que únicamente en tiempo de crecida de las aguas o de lluvia pueden volverse intransitables u ofrecer algún riesgo de resbalar en zonas pedregosas. Alguna de las rutas circulares sí asciende por las laderas del cañón, por lo que pueden ser un poco más exigentes y necesitar un buen estado de forma.
En Ucero existe una Casa del Parque que es también un centro de interpretación de la naturaleza y conviene visitarlo antes de empezar el recorrido ya que de esta forma es más fácil entender y disfrutar de todo lo que se ve. En ella se descubrirá que el otoño es la mejor época para disfrutar de ella, pero son muchos los que recomiendan los meses de mayo y junio, en plena primavera soriana, cuando el agua es abundante y las plantas alcanzan su máximo esplendor. Además resulta más fácil evitar el calor veraniego.
La ruta hacia la ermita
Aunque el parque natural de Cañón de Rio Lobos ofrece muchos recorridos, uno es el clásico, el principal, con el que se estrenan los visitantes que lo recorren por primera vez. Es el que lleva hasta la ermita de San Bartolomé, un templo construido en el siglo XII por los templarios. Resulta un paseo sencillo y accesible (que parte se puede hacer en coche) que lleva se adentra en el mismo corazón del cañón, la esplanada de la ermita, flanqueada por las paredes vertiginosas de piedra caliza y cubierta por una pradera en la que el agua tiene un importante protagonismo. Su duración es de alrededor de dos horas
La excursión se puede realizar en alrededor de un par de horas, siempre y cuando los visitantes no se dejen seducir por los encantos que van saliendo al paso y les desvíen, como puede ser el castillo en ruinas de Ucera, que también parece ser de origen templario, o el mirador de la Galiana, que ofrece una magnífica vista sobre el cañón a demás de dos interesantes cuevas la Galiana Alta y la Galiana Baja, además del nacedero del río Ucero. El mirador ha estrenado este año una nueva pasarela de observación.
En cualquier caso, la ruta tiene como punto de partida la Casa del Parque en Ucero, en el que además de poder conocer el estado de itinerario que se quiera hacer y posibles alternativas. Además alberga una exposición interpretativa de los habitats, ecosistemas, flora y fauna de la zona.
Siguiendo en coche un poco más adelante se llega a la entrada del cañón, aunque un poco más adelante del camping, un cruce a la altura del nacimiento del río Ucero, nos ofrece tentador la posibilidad de subir al mirador de la Galiana a la derecha. Girando a la izquierda se sigue por la carretera, ya en el interior del cañón y bajo farallones de 100 metros de altura hasta llegar a los aparcamientos, donde se debe dejar el vehículo y seguir a pie. Son tres, el de Fuente Gómezcom merendero y bar, primero y le siguen el de Cueva Fría, que cuenta un punto de información, y el de Valdecea, que dispone de una fuente de agua potable. Contar durante la excursión con agua es importante porque el calor puede hacer necesario beber más de lo esperado.
Desde este último aparcamiento solo queda un kilómetro hasta la ermita de San Bartolomé. Para cubrirlo hay dos posibilidades, la Senda del Río, que va por la margen derecha, o la Pista Forestal, por el lado izquierdo. Por una se puede hacer la ida y por la otra la vuelta. Si se opta por la Senda del Río, hay que cruzar a la otra orilla del Lobos por un puente peatonal. Este camino atraviesa un precioso bosque de ribera para el que hay que llevar calzado adecuado y es algo más exigente que la Pista Forestal. Si se elige la Pista Forestal se atraviesa un bosque de pinos por un muy buen camino apto para todo tipo de paseantes, incluidos los que van en silleta de bebés. Al final de ambos camino está la esplanada de la ermita de San Bartolomé.
Ermita de San Bartolomé
Este singular paraje no deja de sorprender a quienes salen del bosque y llegan al lugar. La estampa de la ermita en medio de un entorno natural de roca y vegetación es uno de los más bellos que se pueden visitar. Además el misterio templario emana de una construcción relativamente escondida del resto de mundo.
La ermita se encuentra situada sobre un meandro del río Lobos, con sus pozas llenas de nenúfares, ranas y libélulas, y bajo el abrigo de unos altos farallones de piedra anaranjada contra la que apenas destaca el templo por su color pero si por contraponer su líneas rectas arquitectónicas a las orgánicas fruto de la erosión y la naturaleza. De estilo románico, data del siglo XII. Destaca por su colección de canecillos con enigmáticas figuras labradas en la piedra, y su notable rosetón con estrella de cinco puntas, hoy adoptado como logotipo del parque natural.
La ermita se puede visitar, pero hay que consultar el horario según la temporada elegida. Además, cada 24 de agosto se celebra la romería del santo titular.
Pero el edificio no es el único atractivo de este lugar. El primero de ellos es la Cueva Grande, una gran oquedad en la pared, rodeada de nidos de buitres, la principal rapaz que se puede contemplar en el parque. Esta cueva es el ejemplo de que antes de que los templarios se asentaran en la zona ya hubo una población muchos siglos antes. Se han hallado restos de arte rupestre en su interior.
Los excursionistas más en forma pueden subir por un caminillo junto a la ermita para llegar hasta el Balconcillo, una ventana natural, un mirador en la roca que permite ver desde lo alto esta parte del cañón.
Para los que aún les queden ganas de curiosear más pueden seguir remontando el río Lobos por la senda hasta el llamado Colmenar de los Frailes. Se trata de una curiosa pared donde todavía se pueden ver las antiguas colmenas tradicionales de corteza de árbol. Desde aquí se puede volver al coche o continuar unos kilómetros más rio arriba hasta las balsas de nenúfares donde las ranas croan y los buitres sobrevuelan nuestras cabezas.