Un pequeño pero precioso macizo montañoso se eleva sobre las profundas barrancas del valle del río Uhaitzandi, en las hechizantes tierras de Zuberoa. Un cordal que pasa desapercibido, tal vez por la presencia cercana de los gigantes montañosos del Pirineo vasco, pero que bien merece la pena conocer con pausa. En este caso, proponemos una ruta lineal, que parte desde el alberge Logibar, y concluye en la localidad de Ligi.

Aparcamos en el parking de acceso a la pasarela de Holtzarte y que se ubica junto al restaurante y albergue de Logibar o Lojibarre, perteneciente a la localidad de Larrau. Cruzamos la carretera y seguimos un estrecho carretil, guiándonos por las marcas del sendero de Gran Recorrido GR-10 que nos indican la dirección hacia el collado de Bagardi. Caminamos por una pista asfaltada durante aproximadamente 1 kilometro; tras un par de pronunciadas curvas, abandonamos el asfalto y tomamos una marcada senda que nos lleva a una zona despejada. Poco a poco vamos ganando altura sobre los impresionantes espolones rocosos que caen a pico sobre el valle de Larrau hasta un collado en el que seguimos dirección NW sin perder las balizas del GR-10.

Espectáculo pirenaico

El panorama es espectacular: el Orhi, atrae magnéticamente nuestras miradas, el bosque de Beltxü se esconde hacia el Norte mientras las cumbres pirenaicas cierran el horizonte. El sendero trascurre bajo las cotas de Urdespari, de 1.006 metros, y la de Salteburia, de 1.031 metros, que podemos alcanzar fácilmente. Regresamos al sendero tras coronar las cimas y descendemos a un marcado cerro que se abre bajo la cumbre de Bagozabalaga, de 1.058 metros, a la que también podemos ascender. Tras disfrutar de su cumbre, descendemos por la vertiente contraria hasta alcanzar una pista asfaltada que sube de Ligi, justo en el collado de Etxelüko lepoa. 

Avanzamos por la pista, caminando por terrenos despejados, acompañados de uno de esos árboles indispensables en la tradición vasca: el espino blanco. Árbol tenido por protector que pasa un tanto desapercibido en nuestros paseos y que presenta una bellísima floración blanca en la primavera. Mencionar también sus frutos, llamados Peritas de pastor, Majuelas,… fuente de vitamina C, que nos ofrecen su color rojo en el otoño.

El espino es, al igual que el fresno, una de esas plantas tenidas por protectoras que se recogían en la fecha del solsticio de verano por esas facultades especiales que las plantas tienen en este momento. El solsticio de verano era uno de los momentos principales del calendario tradicional de nuestros antepasados, que se cristianizó con la festividad de San Juan Bautista. Período de esplendor del sol en el que se celebraban viejos rituales, algunos de los cuales aun hoy celebramos, como son las hogueras.

Plantas virtuosas

Como sucede en el solsticio de invierno, se encendían fuegos en esta fecha con intención de aportar energía a ese sol que empieza a declinar. Los días comienzan paulatinamente a acortarse; dicho de otra forma, la luz comienza a perder la batalla frente a la oscuridad. La naturaleza ha eclosionado, por ello era creencia que el agua y las plantas tenían virtudes especiales que debíamos aprovechar. Por poner un ejemplo, se acudía a determinadas fuentes, o se recogían determinadas ramas de plantas sagradas para colocarlas en las puertas de las casas como protección. Así nos lo cuenta la siguiente leyenda:

“En la mañana del día de San Juan, era costumbre en los pueblos vascos acudir descalzos sobre el rocío de la mañana, a recoger ramas de espino blanco. Estas se bajaban a las casas y se colocaban en las puertas para evitar que malas energías, aojamientos o seres maléficos, accedieran al interior de la casa durante la noche.”

Una vez recogido, se empleaba de diferentes formas. Un ejemplo es la tradición que se daba en el entorno de la sierra del Gorbeia. En los pueblos que rodean esta montaña, se confeccionaba, por San Juan, un arco de espino albar y rosal silvestre para colocarlo en las puertas de las casas y bordas como elemento protector. 

En la localidad de Liginaga, ubicada en este mismo herrialde de Zuberoa, la formula era recoger espino en ese día mágico y colocarlo unido a ramas de avellano. En Larraun, Nafarroa, y Barkoxe, Zuberoa, el espino se colocaba en ventanas y portales junto con el mostajo. Mezclado con fresno se empleaba en las localidades gipuzkoanas de Ataun y Urtsuaran y en las navarras de Luzaide y valle de Baztán

En Donibane Garazi, Nafarroa Behera, los pastores acostumbraban a recoger, en la mañana de San Juan, púas de espino albar como preventivo contra el rayo, según le contaron en la zona a José Miguel de Barandiaran.

Disfrutando de la magia del espino, nos situamos bajo la cumbre del pico que da nombre al macizo Beloskarre, de 1.173 metros. Para llegar hasta sus alturas, debemos continuar un tramo por asfalto para girar por un sendero hacia el NW y alcanzar una cota secundaria; giramos hacia el W. hasta alcanzar la cota principal.

Tras disfrutar de la cima debemos descender en dirección al precioso pico de Bostmendieta de 1.020 metros, alcanzando una pista, que nos deja en la vertiente sur de esta montaña. Desde aquí es muy sencillo alcanzar la cresta que se compone, de cinco cimas diferentes, tal y como nos indica su nombre.

Tan solo nos resta descender a Ligi, pero podemos rematar nuestra ruta ascendiendo al pico Zalhagaña, de 1.053 metros y, de paso, seguir disfrutando del árbol sagrado. Para ello, descendido el Bostmendieta, tomamos dirección E., llegamos por la pista hasta el collado ubicado bajo la cima de Zalhagaña desde el cual es fácilmente accesible la cumbre. 

Retornamos hacia el N., hasta enlazar con una pista que nos llevará directamente a la localidad de Ligi, donde terminamos la ruta.

FICHA PRÁCTICA

  • ACCESO: El Albergue Logibar, se alcanza desde las localidades de Ligi o de Larrau, por la carretera D-26.
  • DISTANCIA: 23 kilómetros
  • DESNIVEL: 900 metros
  • DIFICULTAD: Alta