En el sudeste de Araba, el corazón del parque natural de Izki es una frontera natural donde el clima atlántico y el mediterráneo se funden. El resultado es una riqueza de vegetación selvática alrededor de ríos pequeños como el Izki. Pero este se hace enorme por las dimensiones del cañón que ha tallado antes de entregarse al Ega. En apenas dieciséis kilómetros, al río le da tiempo a ser el protagonista hidrológico de un parque natural y a tallar uno de los desfiladeros más espectaculares de la geografía vasca entre Korres y Bujanda

Los montes de Soila (989 m) y de la Muela (1.059 m) se asoman a sus profundidades. Para verlas nada mejor que sobrepasar el pueblo de Korres, por la carretera que se dirige a San Román de Campezo, y disfrutar de un panorama perfecto del profundo tajo de roca tapizado de vegetación que se abre a nuestros pies desde el mirador situado al otro lado de la carretera junto a la ermita de la Virgen de la Peña.

Para iniciar la ruta, no obstante, regresamos a Korres y atravesamos el núcleo urbano hasta la zona alta, donde se halla el centro de interpretación del parque natural de Izki. Enfrente tomamos la calle Mayor, o la de San Esteban, para llegar a la iglesia y desde ahí proseguir hacia el sur por la pista que se dirige al monte Soila. 

Entre un magnífico bosque de quejigos, mezclados con arces de Montpellier y carrascas, entramos en el barranco poblado por las hayas. En una bifurcación vamos a la derecha hasta alcanzar una marcada curva a la izquierda, donde tomamos el viejo sendero que enlaza con Antoñana y que en los primeros pasos se puede contemplar en su original trazado.

Los quejigos entremezclados con encinas y boj componen un bonito pasaje donde abunda el musgo e incluso medra algún ejemplar de haya. Alcanzamos una portilla ganadera en las inmediaciones del punto más alto de la ruta, cerca de un pináculo rocoso donde existió un castillo. En el camino habremos dejado una antigua carbonera o txondorra, pues la obtención de carbón, junto a la ganadería, han sido el sustento tradicional del municipio de Korres.

Las vistas desde el mirador de la Peña El Castillo son impresionantes con la vegetación que asciende hasta la cumbre de La Muela, al otro lado del barranco. Sobre él se estableció el castillo de la Portiella o de los Moros que vigiló las continuas contiendas en esta zona fronteriza entre los reinos de Castilla y Navarra.

El otoño es una buena época para disfrutar con las vistas. JUAN CARLOS MUÑOZ ROBREDO

Las hayas se van apoderando del territorio y demostrando la diversidad vegetal que caracteriza el paisaje de Izki. La senda desciende entre el bosque por la vertiente opuesta del monte Soila, ese imponente espolón rocoso que se adentra en el barranco. La diversidad botánica nos sorprende con desarrollados ejemplares de durillo, aladierno y tarayes que indican que atravesamos terrenos calizos con margas, ricas en las sales que necesita el taray para crecer. 

Tras atravesar una zona con magníficos ejemplares de castaños, llegamos a un cruce, el de la senda de El Agín, una de las alternativas para el itinerario de regreso. Luego la senda desemboca en una pista que conduce a Antoñana, hasta el centro de interpretación del Antiguo Ferrocarril Vasco-Navarro, más conocido como El Trenico, que durante cuarenta años enlazó Bergara con Lizarra [Estella], pasaba por Gasteiz, y que en la actualidad ofrece un interesante recorrido como Vía Verde.

Para regresar al punto de partida podemos tomar la senda de El Agín-Antoñana antes mencionada, para lo que seguimos la desviación por una senda, señalizada con puntos amarillos, que entre hayas conduce a una zona que atraviesa un encinar y un sector con escalones de madera para llegar a una portezuela. Desde allí llegamos hasta dos magníficos ejemplares de árboles singulares: el tejo y el tilo de Antoñana. Bojes, hayas y fresnos nos acompañan hacia el collado de Avellanedo, subida estrecha junto a la roca apoyada por una cuerda a modo de pasamanos.

Entramos en el dominio del roquedo y de los buitres leonados, halcones peregrinos y alimoches. El sendero desciende entre matorrales de boj y a la sombra de encinas y hayas hasta alcanzar un pequeño marojal; el roble melojo es el árbol característico de Izki con querencia de una de las aves más admiradas del parque, el pico mediano. Le gusta vivir en bosques maduros, donde los ejemplares de árboles añosos le ofrecen un hábitat excelente.

Tramos por pista y paso de puerta ganadera son el tramo final de ruta hasta Korres.

Otra posible opción de regreso es la senda de Bujanda. Un descenso de treinta minutos nos sitúa en el fondo del barranco. Parte de la senda discurre junto al canal de agua que desde la presa de Aranbaltza se construyó hace cien años para alimentar la central hidroeléctrica de Antoñana. El bosque de galería y las vistas de los paredones del cañón desde abajo y panoramas fascinantes nos acompañan hasta Korres, en un tramo final de pista próximo a la cueva La Ballena.

Ficha práctica

  • Tipo de recorrido. Ida y vuelta, dificultad baja.
  • Punto de partida. Partimos de Korres y llegamos hasta Antoñana. 
  • Distancia. 4,2 km.
  • Tiempo. 2h 30 min.

No te puedes perder.

La bella hechura medieval de Antoñana de estrechas calles y pasadizos.

Su recinto amurallado se deja ver en los muros de sus casas de piedra y entramado de madera; en el aspecto de fortaleza de su iglesia de San Vicente Mártir; y en la casa torre de su zona norte.

Korres se fundó debido a su valor estratégico entre los reinos de Castilla y Navarra por ser tierra disputada y lugar de paso, a través del barranco del río Izki, razón por la que se erigió el castillo de la Portiella de Korres que visitamos durante el recorrido.

Sus calles aún guardan la esencia medieval en su trazado y en los escudos nobiliarios de las familias que las levantaron en su época de mayor apogeo. 

RUTAS POR EUSKAL HERRIA

ÁLAVA Desfiladero de Izki

Del libro Rutas a foces, gargantas y desfiladeros de Juan Carlos Muñoz y Mar Ramírez

Editorial: Sua Edizioak