En 1975 España era una olla a presión que amenazaba con desbordarse en múltiples frentes, pero el cambio en el statu quo se inició con una simple gripe. Fue el 12 de octubre de 1975 cuando el dictador Franco, que contaba con 82 años de edad, presidió ante los embajadores iberoamericanos en Madrid el Día de la Hispanidad, aunque su participación se limitó a dar por clausurado el acto. Cuando volvió al palacio de El Pardo no se encontraba bien y fue debido a esa enfermedad común. 

Ello dio inicio a un periodo de poco más de cinco semanas en las que la inestabilidad política tuvo su reflejo en un cuadro médico de Franco que fue de todo menos plácido: tres operaciones a vida o muerte, incontables crisis cardíacas, hemorragias digestivas, insuficiencia respiratoria, fallo renal, flebitis, Parkinson... Su muerte fue el desenlace previsible, lo que dejó al régimen que lideraba en coma irreversible, aunque sus estertores todavía se hicieron notar varios años.

De hecho, en las pruebas que le hicieron, los médicos descubrieron el 15 de octubre que en las últimas semanas había sufrido varios infartos. Tan solo unos días después, Francisco Franco, en contra del criterio médico, se empeñó en presidir el Consejo de Ministros. Los cardiólogos le inyectaron heparina y le mantuvieron monitorizado desde una habitación contigua. Sin embargo, trascendió la suspensión de varias audiencias y la agencia Cifra difundió el día 20 un breve comunicado con el titular: “Franco, aquejado de una afección gripal”.

Sufrió tres operaciones, crisis cardíacas, flebitis, hemorragias digestivas, insuficiencia respiratoria, fallo renal, Parkinson...

Aunque la nota añadía que ya casi estaba recuperado, ese día Vicente Pozuelo, el médico personal de Franco, pidió al forense Antonio Piga que organizara en secreto con su padre, el catedrático de Medicina Legal Bonifacio Piga, un equipo de especialistas que debía estar listo para embalsamar al dictador.

Esa misma noche el paciente sufrió un infarto muy grave y los médicos sacaron de la cama al entonces presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, advirtiéndole de que el jefe del Estado podía pasar a mejor vida en cualquier momento

Colas para visitar la capilla ardiente en el Palacio Real. EFE

Acuciado por los doctores, Arias Navarro informó de la enfermedad de Franco, aunque no de la dimensión real de la misma. La Casa Civil del Jefe del Estado hizo público el siguiente comunicado: “En el curso de un proceso gripal, Su Excelencia el Jefe del Estado ha sufrido una crisis de insuficiencia coronaria aguda, que está evolucionando satisfactoriamente, habiendo comenzado ya su rehabilitación y parte de sus actividades habituales”.

Hasta más de 30 médicos

Medios internacionales publicaron el 24 de octubre que Franco se moría. El Gobierno lo desmintió y empezó a informar diariamente sobre su salud. Los partes, llenos de tecnicismos y en los que nunca se usaba la palabra “infarto”, iban firmados por los médicos que entonces atendían al dictador –llegaron a ser más de treinta– con Pozuelo y el yerno de Franco, el marqués de Villaverde, a la cabeza.

Frente al oscurantismo del régimen dictatorial, medios internacionales difundieron el 24 de octubre que Franco estaba al borde de la muerte

El 3 de noviembre sufrió una hemorragia digestiva masiva, por lo que tuvo que ser operado sin tiempo para ser llevado al hospital. Algunos de los médicos presentes aquella noche en El Pardo contarían después que se habilitó como quirófano el botiquín de la guardia que tenía dudosas condiciones higiénicas. Así, se trasladó al enfermo sin que dejara de sangrar abundantemente y, en medio de la operación, se fue la luz. Pese a todo, sobrevivió.

El entierro en Cuelgamuros. EFE

El 7 de noviembre, una nueva hemorragia digestiva provocó su traslado al hospital de La Paz de Madrid donde se le extirpó gran parte del estómago. El día 14 se informó de una peritonitis que obligó a una nueva intervención quirúrgica que dio lugar a un pronóstico “gravísimo”.

Tras la enésima hemorragia digestiva, el parte médico informó de que estaba con respiración asistida, sedación medicamentosa y que se decidió mantener su cuerpo a una temperatura de 33 grados. El 20 de noviembre se informó de su muerte “como episodio final de un shock tóxico por peritonitis”.