Unidas Podemos ha sufrido este domingo en las elecciones autonómicas vascas y gallegas uno de los peores batacazos de su historia: ha perdido en ambos territorios gran parte de su electorado, quedándose fuera del Parlamento gallego, y rebajando a la mitad su presencia en la cámara vasca, con 6 escaños, con más del 90% de los votos escrutados.
En la que ha sido su primera cita con las urnas desde la llegada de Unidas Podemos a la Moncloa, y de Pablo Iglesias, a la Vicepresidencia segunda, los resultados electorales de la coaliciones Galicia en Común-EU-Anova y Elkarrekin Podemos-IU han sido incluso peores que las previsiones de las encuestas, que no eran nada buenas.
En las anteriores autonómicas, las de 2016 -las primeras de este tipo en las que concurrieron-, los morados y sus socios irrumpieron en el mapa político gallego como segunda fuerza, tras el PP, con 14 escaños y un apoyo del 19% del electorado (273.523 votos). Ahora, se han quedado fuera, sin ningún diputado, y han bajado al 3,8% (unos 46.300 votos), con el 91,7% escrutado.
Mientras, en Euskadi, Podemos e IU han reducido su presencia a 6 asientos en el Parlamento vasco, y el 8% del apoyo (unos 69.000 votos), con el 96,8% del escrutinio, después de que en 2016 lograran situarse como tercera fuerza tras el PNV y EH Bildu, superando entonces al PSE, y logrando 11 escaños con el 14,7% del respaldo (157.334 votos).
Con estos resultados, el objetivo que Podemos y sus socios se habían marcado en la campaña de presentarse como llave para reproducir en estos territorios gobiernos de coalición de izquierdas queda lejos. Además, tanto en Galicia como en el País Vasco han quedado muy por debajo de sus competidores de izquierdas, siendo superados tanto por socialistas como por nacionalistas: en el primer caso, del Bloque Nacionalista Gallego (BNG) y del PSdeG, y en el segundo, de EH Bildu y del PSE.