ningún partido con representación en el Congreso desea unas terceras elecciones pero desenredar la madeja de negociaciones, apoyos, abstenciones y negativas está resultando sumamente complejo en un panorama atascado desde el 26 de junio. Ese fuego cruzado entre formaciones ha tenido una tregua con el posible apoyo de Ciudadanos al PP de cara a una investidura que, sin embargo, aún no tiene fecha en el calendario. Ello conlleva que la vuelta a las urnas sea una posibilidad menos plausible, ya que el entendimiento entre Albert Rivera y Mariano Rajoy podría suponer un paso de gigante para salir del laberinto de vetos cruzados pero no lo suficientemente largo para ahuyentar el fantasma de las terceras elecciones. La llave para abrir la puerta a la constitución del nuevo Gobierno español sigue estando en manos del PSOE.

Con más de 240 días de Ejecutivo en funciones y un hemiciclo al ralentí sin arrancar motores, la falta de un gobierno de plena naturaleza hace que el tercer paso por las urnas en apenas un año pueda ser la solución al rompecabezas, aunque la reciente encuesta del CIS vaticine una fotografía política idéntica a la actual. Con la investidura detenida en el tiempo -el PP podría ponerle fecha tras la reunión de su directiva del miércoles próximo-, muchos son los cabos sueltos. Y pocas las soluciones. Rajoy, con 137 diputados, tiene clara su fórmula: obtener el de Ciudadanos cumpliendo sus seis exigencias y lograr la abstención del PSOE, harto complicada aunque el Comité Federal socialista esté envuelto en presiones. Por ahora se impone el no. Sabedor de que el tiempo juega a su favor, los populares podrían dilatar el arranque efectivo de la legislatura al no disponer de la certeza total de que el presidente en funciones salga elegido. El gobierno alternativo de izquierdas auspiciado por Podemos, por su parte, hace aguas. Necesitaría del apoyo activo o pasivo de varias formaciones nacionalistas, aunque Pedro Sánchez no lo ve viable.

Las paredes del laberinto político se mantienen inalterables casi 50 días después del 26-J, siendo las terceras elecciones una posibilidad que se abre paso. Tanto que incluso se le ha puesto fecha navideña. Serían unos comicios jamás vistos anteriormente en la historia democrática y son muchas las voces que apuestan por esquivar un hipotético nuevo paso por las urnas. Es el caso de los empresarios y los sindicatos, que hablan abiertamente de que España no se puede encaminar a la convocatoria de más comicios al tildarlos de “disparate”. También lo hacen representantes políticos vascos con experiencia en el Congreso de los Diputados. Es el caso de Iñaki Anasagasti (PNV), Javier Rojo (PSE) y Leopoldo Barreda (PP). Los tres coinciden en que no será necesario y alertan de la falta de altura de miras que está rodeando un proceso que se alarga en demasía en el tiempo, aunque difieren en sus valoraciones sobre los culpables de la incierta situación abierta.

Con ocho legislaturas a sus espaldas entre Congreso y Senado, Iñaki Anasagasti conoce de sobra lo que rodea a los procesos negociadores en ambos hemiciclos. Y directo como es, asegura que los líderes de los cuatro grandes partidos no están actuando a la altura de las circunstancias en un panorama que se está convirtiendo en un “sainete”. Actúan “como si fuera un parvulario” cuando negocian “infantilmente” entre vetos cruzados que en ningún caso permiten que las negociaciones lleguen a buen puerto. Falta “talla política”, advierte, para dar una salida a una situación que amenaza con enquistarse. Aún así, el jeltzale vaticina que se solventará “porque ir a unas terceras elecciones sería catastrófico” y supondría un gasto “extraordinario” que el Estado no está como para poder asumir. Y es que esos comicios reforzarían la posición de un Rajoy que está “maniobrando tarde, como un paquidermo”, ante un PSOE que, instalado en el no a las tres opciones que podrían darse no mueve ninguna ficha, con Sánchez “cuestionadísimo de puertas para fuera y de puertas para adentro”. Unidos Podemos, con Pablo Iglesias a la cabeza, “ambiciona el poder por el poder”. En suma, Anasagasti recuerda que “en legislaturas anteriores ha habido que tirar de negociación, pero fuera cual fuera la situación se ha sabido tener mayor cintura que la que ahora demuestran los cuatro grandes partidos”, analiza.

Presidente del Senado durante siete años y exdiputado con amplia trayectoria también en suelo vasco, Javier Rojo censura que los partidos con responsabilidad en zanjar el bloqueo se han internado en “discusiones estériles”, aunque apunta al PP como principal causante de la situación. “El PSOE asumió que debía estar en la oposición porque así se lo dijeron los ciudadanos. Y en esas claves se mueve a pesar de que algunos sectores de la derecha están tratando de cargar el peso de la presión en la mochila socialista”, cuando la consigna de las urnas fue opuesta para los populares.

“La gran responsabilidad es de Rajoy -apela-, que es quien debe dar los pasos para sumar una mayoría. Ganar las elecciones no te hace presidente, sino una mayoría parlamentaria”. Y lejos de poner día y hora al pleno de investidura que mostrará la correlación de fuerzas en el Congreso, Rojo censura que “no se someta a la voluntad del Parlamento”, hasta el punto de que “riza el rizo interpretando a su antojo la Constitución y los reglamentos del Congreso”. Dado el paso del posible acuerdo con Ciudadanos, Rojo incide en que ese pacto “habla de regeneración, cuando el partido de Rajoy está en la Audiencia Nacional. Para que el discurso sea creíble no solo hacen falta gestos, sino hechos”.

Apatía negociadora Javier Rojo lo tiene claro. De los polvos de la legislatura del rodillo del PP -de 2011 a 2015- en el Congreso y el Senado llegan los lodos actuales. Opinando a título personal “porque ya estoy fuera de los órganos de gestión de la política”, incide en que la mayoría absoluta que entonces exhibían los populares, con “un comportamiento poco responsable para con el resto del arco político”, les está pasando factura ahora. “Recogen lo que han sembrado”, asegura gráficamente el que fuera uno de los máximos exponentes del socialismo vasco. Frente a esos modos de hacer política, el expresidente del Senado asegura que hay otras herramientas. “La experiencia enseña que pese a mantener posiciones ideológicas antagónicas, se debe buscar la empatía. Uno tiene que sentarse en la silla del de enfrente para negociar”, tercia.

Con plaza en el Congreso, Leopoldo Barreda sigue con interés todo lo que está aconteciendo en Madrid. Sobre todo, porque Ciudadanos ha abierto “una vía a la negociación” para un PP cuyo objetivo primordial es “mantener la posición de que queremos formar gobierno, que es un tema urgente. España no puede seguir en funciones porque se deben tomar decisiones para abordar asunto como los Presupuestos, los compromisos ante la UE o hacer frente al desafío independentista en Catalunya; pero sobre todo para gestionar el día a día”, enumera. Agrega que “no es momento de echar el freno a las medidas adoptadas para el crecimiento económico y el empleo”. Valorando la necesidad de que C’s y el PSOE den pasos para “evitar el bloqueo”, Barreda apela al líder socialista por “no querer estar asumiendo su propia responsabilidad” a la vista de que el partido naranja “no resuelve la ecuación”. “Sánchez está prefiriendo el bloqueo” cuando la lógica manda “arrimar el hombro”.

Barreda echa mano de la historia para recordar cómo el PP vasco tendió la mano a Patxi López para ser lehendakari, “haciendo un gesto de generosidad política” en favor de la estabilidad del Ejecutivo del PSE que ahora podría ser correspondido por el PSOE. Con una historia marcada por los pactos de gobernabilidad para resolver el siempre complejo puzzle político vasco, Euskadi ha tejido innumerables acuerdos entre diferentes. Podría ser referencial en ese sentido para el Estado, aunque las claves que se manejan en uno y otro tablero no sean las mismas. En lo que también coinciden Anasagasti, Rojo y Barreda es en señalar que las terceras elecciones “son el panorama menos deseable”. Es más, el dirigente popular apunta que “sería un ridículo internacional”; mientras que el socialista asegura que “si se da un nuevo paso por las urnas los líderes de los cuatro grandes partidos deberían irse a su casa”. La llave para no abrir la puerta de las urnas la tienen, precisamente, los máximos responsables de los partidos políticos.