No es sorprendente que el rey haya encargado a Pedro Sánchez que trate de formar Gobierno tras la espantada de Rajoy. No tenía sentido que volviera a proponérselo al candidato del PP si nada nuevo había propuesto. Volverlo a hacer era escuchar hasta la saciedad cómo se conjuga el verbo declinar. El rey despeja así eso que se había llamado “laguna constitucional” y que suponía un enredo mayúsculo para ver cómo empezaba a contar el tiempo antes de unas nuevas elecciones.

Pero con esta decisión real no acaba el absurdo culebrón derivado de la negativa a leer con frialdad numérica y los oídos abiertos del que están haciendo gala los dos principales candidatos a ser presidente de Gobierno español. Mariano Rajoy dilató sin necesidad los tiempos, con el beneplácito de Sánchez, a sabiendas de que no sumaba más votos a favor que en contra.

En ningún sitio está escrito que los intentos del ganador de las elecciones por recabar apoyos sean incompatibles en el tiempo con la búsqueda de alianzas de otros candidatos para aspirar a configurar una mayoría alternativa. En Euskadi lo sabemos: Ibarretxe ganó ampliamente las elecciones y López estaba desde la misma noche electoral trabajando su mayoría con el PP.

Así que esa decisión de Pedro Sánchez de intentar que pasara Rajoy no es nada más que una artimaña disfrazada de respeto institucional. Eso de que “es la hora de Rajoy” y por lo tanto yo no me muevo era una milonga. Sánchez ha estado más pendiente de la hoguera interna que desde el 20-D hace que su partido huela a chamusquina que de los deberes a los que estaba obligado en su condición de aspirante a gobernar. No ha hecho los deberes de quien está obligado a buscar apoyos. Y nos dice que empieza ahora.

Vale, ahora estamos en otra etapa, pero me temo que Sánchez va a seguir mareando la perdiz. Porque empezar a estas alturas a negociar y hacerlo con quien es imposible sumar apoyos suficientes, es lo que los locutores horteras del fútbol llaman “saltar al campo a especular”. Si Ciudadanos ha dicho que no se mezcla de ninguna manera con Podemos y Podemos ha dicho que jamás apoyará algo con Ciudadanos, a qué viene Sánchez con insistir en esa línea. Mal cuando Rajoy da la matraca con la gran coalición haciendo perder el tiempo a todos y mal Sánchez al pedir tiempo añadido para disimular con Ciudadanos un diálogo que no alumbrará un Gobierno.

Pero que el diálogo con Ciudadanos acabe en vía muerta no augura que el acuerdo vaya a ser posible con Podemos. De hecho, ya hemos visto que para muchos dirigentes del PSOE sería más fácil pactar con los de Rivera que con los de Iglesias. La diferencia es que que la primera no da la suma y la segunda sí. Y sinceramente, tampoco le veo a Iglesias con un mínimo de empatía para recorrer junto a Sánchez un camino tan complicado. Eso sí, tiempo tienen para cortejarse; otras tres semanas por lo menos.