El aspirante socialista a la Diputación de Álava repite candidatura tras rozar el sillón foral en 2007. Entonces, le falló la receta. Pero de aquel plato deriva un menú complejo de diseñar a partir del 23 de mayo. Porque parece difícil aventurar que el mismo político que mantuvo en 2007 en pie su candidatura contra viento y marea, sobreviviendo a las presiones del partido vencedor (PP) para repetir la compostura que cuatro años atrás apeó a su predecesor, Javier Rojo, frente a Ramón Rabanera; sobreviviendo incluso a los amagos de su propio partido para recomponer el aderezo dos años después, al calor del acuerdo que elevó a Patxi López a Ajuria Enea; parece difícil que ese político dé ahora su brazo a torcer a favor del socio preferente del Gobierno Vasco.

Inició su andadura política en el PCE -en el que ingresó en 1975, época de la que presume conservar "relación y amistad" con Santiago Carrillo- y, antes, en CCOO. Juan Carlos Prieto, aunque Txarli se ha convertido en su nombre oficial -hasta el punto que así aparece en su ficha de parlamentario en la web de la Cámara vasca-, es uno de esos políticos que no deja indiferente a casi nadie -ni a sus compañeros ni a sus adversarios ni a los periodistas- por su afición a caminar contracorriente, una determinación a prueba de bombas -ahí está su convencimiento de que lograría la Diputación en 2007- y unas formas a veces cuestionadas.

Apasionado de la gastronomía -tras los fogones y a la mesa-, coleccionista de viseras, dirige con autoridad el PSE-EE alavés, a cuyos mandos fue situado con los votos del 92% de la militancia para revalidar su cargo en 2009 con el 97,5% de los sufragios. Un respaldo casi unánime que le ha protegido en no pocas ocasiones de la presión de su propia Ejecutiva nacional. Su carrera en las filas socialistas se forja en las Juntas Generales, en las que es procurador ininterrumpidamente desde 1991 y donde comparte escaño con Fernando Buesa. Su asesinato marca uno de los momentos más duros de la carrera política de Prieto.

El brutal asesinato del emblemático dirigente socialista el 22 de febrero de 2000 ubicó a Javier Rojo al frente del partido, mientras Prieto siguió en un segundo plano esperando su momento, tras la marcha de Rojo a la Presidencia del Senado en 2004. La llegada de Prieto a la dirección del PSE-EE alavés coincide con la resaca del divorcio a sangre y fuego de PP y PSOE a consecuencia del 11-M y con una reconducción de la estrategia del socialismo vasco respecto al PNV tras las autonómicas de 2005. Un caldo de cultivo en el que en Álava se empieza a fraguar una confluencia de intereses entre socialistas y jeltzales. Prieto lidera esas complicidades y ejemplifica la sima abierta entre el PSE y el PP. La evidencia se vive en 2007, cuando en su primer intento por lograr la Diputación mantiene en pie su candidatura ante la incredulidad de muchos de sus compañeros de partido, seguro de contar -así lo declara públicamente- con los votos suficientes para ser investido diputado general pese a ser el segundo candidato más votado.

Pero su fortaleza en el territorio impide a la Ejecutiva vasca meter mano en la estrategia de Prieto. Esa unanimidad en torno al líder se puso a prueba el pasado verano, cuando el puesto de Gregorio Rojo al frente de Caja Vital se tambaleaba tras una resolución judicial a instancias del PP. La intervención de Prieto desbarató un acuerdo alcanzado por Rojo con los populares para que éstos retiraran su denuncia a cambio de entrar en los órganos de gobierno de la caja.

La duda es ahora qué futuro le queda a la complicidad tejida con el PNV en unas circunstancias muy distintas y hasta dónde ha llegado Prieto en la tarea impuesta por la Ejecutiva vasca de recomponer las relaciones con el PP alavés. Su último test electoral, las autonómicas de 2009, tuvo un sabor agridulce: el del éxito de imponerse nada más y nada menos que a Juan José Ibarretxe, cabeza de lista del PNV en Álava, y el de la decepción de que la igualada victoria no permitiera al PSE acortar la distancia con los jeltzales en Bizkaia.