Esta es una historia de espías y de conspiraciones que aún no tiene escrito su final. Comenzó hace exactamente dos años y rozó a Euskadi aunque, en realidad, la importante no era la conexión vasca sino la española, con ramificaciones en el intrincado laberinto del poder interno cubano.

La pieza principal hay que buscarla hoy en la cárcel situada en la Habana, en la esquina de las calles 100 y Aldabó. La sabiduría popular llama a esta prisión como "cien y hablando", porque los que entran, "cantan" sus delitos reales o supuestos. Allí permanece desde hace dos años Conrado Hernández, un ingeniero que tras pasar por varios ministerios se convirtió en el delegado de la SPRI en La Habana. Lo peculiar del sistema cubano hizo de este nombramiento una excepción, porque el resto de representantes de esta sociedad pública vasca eran nombrados directamente por el Gobierno Vasco. En este caso, fue el Gobierno Cubano quien lo eligió para el cargo con el visto bueno de Gasteiz.

El 14 de febrero de 2009 Hernández es detenido cuando se disponía a tomar un vuelo que habría de llevarle a Bilbao. Según fuentes cercanas a la familia, Hernández estaba siendo vigilado desde al menos dos años antes. La primera impresión es que estábamos ante uno de los casos de corrupción que periódicamente saltan en sectores en los que hay acceso a moneda extranjera.

Para reforzar esta tesis, agentes del CNI destacados en la embajada española se encargaron de filtrar a los diarios del Grupo Vocento, con ABC a la cabeza, que Conrado Hernández conseguía favores a empresarios vascos a cambio de comisiones que le permitían llevar un ritmo de vida muy por encima de sus ingresos declarados. En realidad, los espías españoles le metieron de matute mercancía averiada a la periodista para soltar el lastre que terminó en un conflicto diplomático. O parcialmente averiada, porque el núcleo de la cuestión no estaba allí. Fue una maniobra de despiste.

Días después se desvelaba parte del pastel: Conrado Hernández era un informador de los agentes del CNI que posteriormente fueron expulsados del país. Pero la pregunta que aún flota en el aire es si no ha hecho Hernández de cabeza de turco en una operación con muchas ramificaciones. Algunas fuentes apuntan a que el ex delegado de la SPRI no sólo espiaba para los españoles y que, en algún momento, también trabajó para los servicios secretos cubanos. O para otros. Es decir, un doble o triple agente que fue traicionado.

La cuestión se complicó cuando dos semanas después de la detención de Conrado Hernandez, Raúl Castro decide destituir a Carlos Lage, vicepresidente, y Felipe Pérez Roque, ministro de Asuntos Exteriores. Según la versión oficial, reforzada por el propio Fidel Castro en una de sus "Reflexiones" publicadas en el Granma, el órgano oficial del Partido Comunista, los cesados "se dejaron seducir por las mieles del poder" y fueron encantados por "agentes externos". Es decir, sin citarlo, todo olía a conspiración.

Lage no era precisamente un cualquiera. Oficiaba de vicepresidente y a él se le atribuía parte de las reformas económicas con las que Cuba tuvo que afrontar el "periodo especial" que siguió a la caía del bloque soviético. Raúl Castro había decidido prescindir de él y sustituirlo por el veterano militar Ventura Machado. Y a Lage no le sentó bien y se fue de la lengua hablando mal de los Castro en varias reuniones en las que también estaba Pérez Roque y en diferentes conversaciones telefónicas que fueron grabadas.

En las grabaciones mostradas, los hasta entonces miembros destacados del Gobierno se mofaban de los Castro, con especiales burlas por la avanzada edad de los dos hermanos y de quienes les rodeaban. Allí se insinúa que ninguno de los implicados estaba de acuerdo con el peso que mantienen los "padres" de Sierra Maestra y la Revolución y que era necesaria una renovación generacional que acabara con la gerontocracia.

¿Qué pinta Conrado Hernández en esta película? En su finca de Matanzas, a cien kilómetros de La Habana, se organizaban los encuentros relajados pero con fuerte carga política. Una finca, dicen las fuentes consultadas, que contra lo que se dijo no tiene nada de lujosa. Es extensa sí, y se puede aprovechar para el cultivo (el CNI atribuyó a los favores de Lage que se hubiera desviado un río para regar el terreno aunque nadie ha podido comprobar que existiera tal desvío), pero carecía de lujos. Había una cabaña con un pequeño asador y se usaba para guardar aperos de labranza, cuentan quienes han visitado el terreno.

Según admite él propio Hernández en un video que las autoridades mostraron de forma reservada a destacados cuadros del Partido Comunista para justificar tan drástica decisión, él aprovechó su amistad y cercanía con Lage para saber qué cambios se preveían en las alturas y pasar esa información al Gobierno español. Registraron las oficinas de la SPRI y se supone que fue allí donde encontraron pruebas definitivas, aunque Conrado Hernández ya había sido grabado por integrantes de la Seguridad del Estado cubana en el Restaurante Templete de La Habana Vieja con, al menos, dos agentes del CNI.

Pero no todo cuadra. Los cercanos a Conrado Hernández se preguntan por qué él es el único que permanece en prisión mientras que los pesos pesados y se supone que conspiradores a tenor de la información incautada, siguen libres. Lage es gerente de un hospital, retomando así si quiera de refilón su carrera médica y Pérez Roque se ha reconvertido en director de un almacén de ensamblaje de teléfonos móviles. Ambos se dejan ver sin problema por La Habana. La otra parte, la de Conrado, sufre los rigores del familiar detenido: su esposa y su mujer han sido despojados del título de medicina (nadie sabe muy bien por qué), sus bienes incautados y sólo reciben semanalmente autorización para una breve visita.

El misterio continúa. No hay cargos concretos ni fecha prevista para el juicio. El final no está escrito.