stoy con el cuadrante de horas, días, regiones y franjas en las que, orden ministerial mediante, puedo estar sin ser reprendido por los agentes de seguridad competentes. Parece una circunstancia baladí, pero no se crean que es fácil organizarse la vida así, ya que, a mis querencias, apetencias y necesidades vitales hay que sumar el resto de disposiciones dictadas desde todos los ámbitos habidos y por haber, con lo que discernir qué se puede hacer y qué está requeteprohibido en esta época del covid se ha convertido en mera entelequia. Si atiendo a las altísimas esferas, es mejor no salir de casa para no armarla parda, ya que el bicho del demonio acecha en cada esquina, salvo en el trabajo, que ahí el condenado parece no tener ascendencia. Pero si hago caso a otros prebostes, solo se es un patriota si se hace turismo, aunque sea por los rincones más sobaos del territorio, que necesitan que gastemos en birras, vinos, comidas y pintxos para no morir de inanición, mientras que otros buscan escenarios para organizar sucedáneos de fiestas y tradiciones, tan queridas por las multitudes, que se quedan con la copla. Al final, entre tantas voces y mensajes, va a ocurrir que la gente acabe por romper la baraja, hartos de no saber a qué atenerse. Y mira que es fácil, ¿eh?