ublicaba este santo diario hace unos días que cada vez es más fácil encontrar lonjas otrora sede de primeras marcas de moda vacías en la calle General Álava, conocida, además de por lustrar la memoria del militar gasteiztarra, por ser parte fundamental de la pretenciosamente conocida como milla de oro comercial de Vitoria. No había caído en ello hasta que no leí a mi compañero describiendo la progresiva caída en desgracia de una vía siempre principal en la capital alavesa, que se une a la enfermedad que afecta desde hace unos años a la calle Dato, a San Prudencio e, incluso, a San Antonio y a otras calles adyacentes, que han perdido a una gran parte de sus residentes terciarios ahondando, más si cabe, la crisis que padece el sector en el Ensanche. Supongo que la actual situación no ayuda en nada a revitalizar el centro, pero lo cierto es que el cogollo vitoriano da la impresión de ahuyentar las inversiones comerciales y de maltratar a los emprendedores, que sueñan con poner en marcha proyectos de futuro sin llegar ni siquiera a pretender acceder a la zona pretendidamente con más vida de la ciudad. En fin, me temo que esto no se soluciona solo con deseos ni con palabras, ni siquiera con estrategias de marketing, por muy bienintencionadas que estas sean.