n esto de la llamada nueva normalidad -la de debates que estamos teniendo a pie de barra sobre qué significa eso en realidad y qué intenciones hay detrás de las palabras que se escogen- andan los viejillos de nuestro amado templo del cortado mañanero con una vida casi tan esquizofrénica como la de Miley Cyrus cuando era Hannah Montana o viceversa, que uno ya no sabe. Cuando la cosa estaba en su peor momento, todos sabían a qué atenerse, es decir, quieto el corcho en casa y poca cosa más. Pero ahora los pobres se sienten abandonados cual mascotas en una gasolinera en plena época estival porque un día pueden hacer unas cosas que al día siguiente resulta que nadie prohibe pero que son un ejercicio de irresponsabilidad ciudadana y ganas de crear un brote. Si se quedan todo el rato en casa abusando del sofá, mal. Si salen, mal. Si quieren ir al pueblo para salir de la ciudad y dejar de estar rodeados de tanta gente, mal. Si no se van, mal. Si tienen que ir a ver al médico, mal. Si se pasan una cita con él por aquello de no acercarse al hospital más de la cuenta, mal. Si quedan con los amigos, mal. Si no se relacionan, mal. Si... Un sinvivir, vamos. Así que están reuniendo firmas para crear definitivamente una república independiente en el bar y ser ellos quienes decidan.