ún con todas las limitaciones de estos días, poco a poco vamos juntando a la parroquia de nuestro amado templo del cortado mañanero, donde todavía no hemos conseguido que absolutamente todas las conversaciones no empiecen o terminen con el bautizado por lo viejillos como bichito de los huevos. Pero es curioso porque a los mayores del lugar les está empezando a importar menos su salud que la perspectiva que se les presenta en verano, con toda la pléyade de nietos sin nada que hacer durante tanto tiempo, mientras sus progenitores están en el currelo. Desechada la posibilidad planteada por nuestro querido escanciador de montar su udaleku particular para que los poyuelos aprendan lo que es trabajar en un bar por la cara, a los viejillos se les está haciendo bola lo de pensar en tantas semanas por delante sin alternativas. Por eso no paran de preguntar qué se va a poder hacer en la fase 3, qué pasa después, si llega la fase 4, la nueva normalidad, la antigua normalidad, el Lado Oscuro o la Era de Acuario. Y como el resto no tenemos todas las respuestas, alguno, tras mandarnos a esparragar, ya ha decidido que les va a obligar a las criaturas a que le den un Curso de Verano sobre el watsap, el instachan, el fisbuk y lo de las vídeollamadas para que la próxima pandemia no le pille como ésta.