l mero hecho de que Pedro Sánchez aprovechase una reunión de partido como es el Comité Federal del PSOE para hacer un mínimo balance de los dos años del Gobierno de coalición que se cumplían ayer, sin hacer la más mínima mención a sus socios de gabinete de Unidas Podemos ni a los grupos que forman la mayoría de investidura que le aupó a La Moncloa y le proporcionan estabilidad, describe bien la personalidad política del presidente español y es un buen indicador del estado de la alianza que sustenta al Ejecutivo más allá de las luces y sombras de su gestión. La última crisis, que está teniendo al ministro de Consumo, Alberto Garzón, como protagonista por sus críticas a cierto modelo y a algunas prácticas en el sector de la ganadería, revela no solo las notables diferencias ideológicas y políticas existentes entre los socios -algo común y razonable en una coalición- sino el déficit de lealtad y las opuestas concepciones de lo que debe significar la cohabitación y la puesta en práctica de políticas públicas dirigidas a la sociedad. No es la primera vez en la que el Gobierno exhibe impúdicamente sus diferencias, ni será la última. Estas crisis forman parte de la identidad del Ejecutivo Sánchez, que debe aún aprender a soportarse y a convivir en su diversidad. No lo ha tenido fácil el líder socialista, que en apenas dos meses desde la formación de su gabinete tuvo que lidiar -y debe seguir haciéndolo aún- con un elemento ajeno a cualquier previsión como es la terrible pandemia de covid-19. La cogobernanza y los continuos desaires e incumplimientos de los compromisos adquiridos con sus socios -en especial, visto desde Euskadi y Catalunya- son dos de sus grandes carencias de gestión. La negociación de los Presupuestos -aprobados finalmente tras la reconducción casi in extremis del diálogo- y de la reforma laboral -aún pendiente- siguen mostrando la incapacidad de Sánchez para entender la plurinacionalidad y las distintas realidades del Estado. El Gobierno tiene aún mucho por hacer en esta nueva etapa hasta un incierto final de legislatura, complicada en lo político ante el arranque de un largo ciclo electoral y en la que deberá demostrar unidad interna real y flexibilidad, con la reforma laboral como primer gran test para los socios que le sustentan pero con importantes retos aún que serán muy difíciles de superar sin sus actuales apoyos.