os terribles datos de la creciente incidencia del covid-19 en los últimos días en Euskadi están generando la lógica alarma y preocupación tanto en la sociedad como en las instituciones. En este sentido, la consejera de Salud, Nekane Murga, ha venido explicando casi a diario las diferentes situaciones, las actuaciones y medidas llevadas a cabo y las previstas y ha lanzado claros mensajes de aviso respecto a comportamientos incívicos e irresponsables por parte de una minoría de ciudadanos que no respetan las normas de obligado cumplimiento tendentes a evitar los contagios y que ponen en riesgo al resto, en especial a las personas más vulnerables. Así, ya el pasado jueves, Murga, al tiempo que avanzó que los datos indican que estamos ante una segunda ola epidémica, lanzó varios avisos muy contundentes: “estamos jugando con fuego”, el virus “nos va ganando terreno” y “no es menos letal” y, en definitiva, concluyó que “no es posible una nueva normalidad”. Ayer fue el lehendakari en funciones, Iñigo Urkullu, quien quiso dar un paso más y lanzar una advertencia muy seria a toda la sociedad vasca, a la que hizo un llamamiento al compromiso y la responsabilidad con el fin de evitar una vuelta a lo que sin ambages calificó de situaciones de “consecuencias dramáticas” que se vivieron durante los momentos más críticos de la pandemia y el confinamiento y que se corresponden con cifras de contagios similares a las que se registran estos días en Euskadi. La advertencia, viniendo del propio lehendakari -aun en funciones, aunque con la continuidad prácticamente asegurada-, por el momento en que llega y por la crudeza explícita e implícita del mensaje, debe llevar a una profunda reflexión, tanto al conjunto de la ciudadanía -en especial, a los más reticentes a aceptar las medidas pero también a quienes las han relajado y han perdido el miedo al virus- como a todas las instituciones. Estamos ante un momento clave en el que debemos frenar la segunda ola de la pandemia cuyas consecuencias serían catastróficas ya que, de lo contrario, los pasos atrás están garantizados, incluso con “nuevas medidas coordinadas que profundicen en nuestros hábitos individuales y colectivos específicos”, como advirtió Urkullu. Frente a ello, solo queda, de nuevo, apelar a la responsabilidad individual y colectiva gracias a la que con tanto esfuerzo se logró frenar la primera ola.