Los gilipollas aportan a la salud colectiva lo mismo que chupar un salero
La adaptación de todas las normas a los intereses propios y la puñetera manía de puntuar servicios y personas, están destrozándonos como sociedad
¿A favor de qué?
Escribe Pello Otxandiano en su blog que él está “a favor de que el salario mínimo se decida aquí”. ¿Quién no va a estarlo cuando ese “aquí” significa un país mucho más próspero y sostenible que los de su entorno, al sur y también al norte? Pero la clave, como en todo, es precisamente el cómo, el modelo, las piezas que tenemos que poner una delante de otra para lograrlo. Y la iniciativa popular en el Parlamento (de Gasteiz, no de Iruñea), esa que avalan Otxandiano y ELA, no es el camino reglamentario. Lo saben (y si no lo saben, que se aparten, pero lo saben), como saben que el populismo y la política no son lo mismo.
A favor de la autoridad
Estoy a favor de que a la gente le suban el sueldo, de decidir en Euskadi todo lo que podamos, y también estoy a favor de señalar enseñar a respetar a la autoridad. La adaptación de todas las normas a los intereses propios y la puñetera manía de puntuar servicios y personas, están destrozándonos como sociedad. “Voy a trabajar con ganas de llorar”, dice Ana Lirio, profesora de secundaria, y recoge El Periódico en una pieza dura pero necesaria: “Voy al instituto con ropa lo más neutral posible para no darles motivos para que se rían de mí”, continúa. En el origen del problema: lo poco que valora el esfuerzo el propio sistema educativo.
Hasta a Vito Quiles le pareció demasiado
El acoso al que Bertrand Ndongo sometió a Gabriel Rufián fue tan excesivo e innecesario que hasta a otro propagador de mierdas de extrema derecha, Vito Quiles, le pareció “lamentable”. “Esto no puedo apoyarlo nunca”, concluía Quiles en su tuit que, por supuesto, fue respondido por Ndongo, porque la polémica en X es su gasolina. La de los dos. No negaré que ese reply es lo más sensato que le he leído nunca a su autor. Tampoco negaré que le leo y veo poco porque cada vez que lo hago me sube la tensión. Es lo que tienen los gilipollas, que aportan a la salud colectiva lo mismo chupar un salero.
Para lo que va a servir…
Europa tiene un problema de foco: la imagen de la rendición recurrente ante Trump es una pesada mochila, y la sensación de inacción, de una ligereza insoportable, al mismo tiempo. Ahora la Unión anuncia “otro paquete de sanciones a Rusia a las puertas de la cumbre con Zelenski” (France 24). Pues muy bien, pero en la misma nota leemos que será el decimonoveno paquete sancionador. ¿Qué tal han ido los otros dieciocho? Porque Sánchez, el mismo que busca el cuerpo a cuerpo con Netanyahu y Trump, ha convertido a España en un buen cliente de Rusia mientras caían las sanciones. Por comentar.
¿No se salva nadie?
A veces pienso que esta civilización merece colapsar. Esto en Xataka no es indignante, es desesperanzador: “Tres años y medio después del inicio de la invasión, Ucrania sigue desguazando los últimos misiles y drones rusos y encontrando dentro decenas de miles de piezas fabricadas en Occidente, la mayoría de sus ‘aliados’ (microcontroladores, sensores, conectores, conversores) procedentes de países que en teoría han embargado el suministro: EE.UU., Reino Unido, Alemania, Suiza, Países Bajos, Corea del Sur, Japón, Taiwan”. Rusia compra los componentes a Irán y Corea del Norte, que los importan pese a los embargos.