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Ser feliz, alcanzar una vida felicitante

Muchas felicidades, Zorionak, feliz año. Feliz, felicidad son palabras que usamos a diario, indistintamente. Pero no son sinónimos. En castellano, la palabra feliz es un adjetivo que describe un estado de ánimo temporal. Y la palabra felicidad es un sustantivo que designa la cualidad de ser feliz, más allá de la alegría fugaz, que implica el conjunto de una vida y que da como resultado darle sentido y significado.

Son bien distintas. Ser feliz en un momento de la vida es una suerte de emoción pasajera, que no es lo mismo que tener una vida feliz, o felicitante.

Las cosas felices son divertidas. Por ejemplo, para mí, andar en bici. O escuchar música, leer un libro o tomarse un vino con los amigos. Soy feliz si me toca la lotería. Pero bien sabemos que ello no es garantía de felicidad duradera.

Porque la felicidad consiste en darle sentido a nuestra existencia, se cultiva, es un camino, no es un destino. La vida felicitante es aquella que persigue algo más que la personal felicidad interior.

Conocedores de que muchas personas en el mundo bastante tienen con buscar comida y techo para su sustento, otros ya partimos de ese básico estado de bienestar material. Nosotros sí que hemos tenido alguna oportunidad de moldear nuestra vida. Y no deberíamos echar la vista atrás y ver que nos vimos atrapados en profesiones inútiles o directamente dañinas. Que solo hemos buscado nuestra satisfacción personal. Probablemente no queremos morir con el incómodo sentimiento de que podíamos haber hecho mucho más por los demás.

Ahora vengo a definir el sentido de la felicidad como el verdadero antídoto, disposición y deseo de hacer de este mundo un lugar mejor, que en nuestra vida trabajemos para mejorar la vida de otras personas, que hayamos construido algunos puentes sobre aguas turbulentas que ayuden a otros a hacer su propio camino, en definitiva que el paso de nuestra vida por la historia haya tenido impactos positivos en terceras personas.

Por eso me cuesta decir convencionalmente Zorionak/felicidades. Lo sustituyo por la expresión pozten bizi pozik, el euskera nos da más posibilidades para desear algo así: “en la felicidad de los demás encontrarás la tuya”

Solo tenemos una vida, acotada ¿Qué queremos? ¿Un currículo respetable en un estándar convencional de éxito –que no dice nada– o haber abierto con nuestra vida la posibilidad de que otros sufran menos, aun pasando por la vida con cierto anonimato?

Leo a Byung-Chul Han que a su vez cita a Simone Weil y no deja de interpelarme. Dice: “Solo en la atención al otro la vida transciende. En la dedicación al otro, a los demás, necesitados de nuestra atención, se hace visible lo invisible, y se da sentido a la existencia”.

Prestar atención al prójimo, al otro, “hacerse cargo, cargar con y encargarse” en palabras de Jon Sobrino, es dar sentido a todas las vidas. La ayuda, la amabilidad, la sonrisa, esa que no busca nada, que se da, es una forma de renuncia a uno mismo para darse a los demás, porque prestar atención al otro es un regalo, un don que no exige ni retribución ni contrapartida. Ni siquiera satisfacción personal, solo dar sentido a la existencia.