Históricamente, al ser humano le ha costado una barbaridad aceptar a las personas que le son diferentes. A todas se nos ocurrirán decenas de ejemplos e, incluso, las más audaces admitiremos que, ante ciertos colectivos, todos nuestros discursos inclusivos se van a la porra. Al partido que ostenta la alcaldía de esta ciudad parece costarle aceptar la diversidad que abraza la letra y el símbolo Q+ y ha decidido, de la mano del PP (qué paradoja), eliminarla de su declaración institucional del 28J, dejando huérfanas a las siglas LGTBI. Quizá cree que así, como quedan, ya es suficiente. Y que si hay alguien que no se ve representado, pues que haga un esfuerzo por encajar en alguna de esas letras, que a este paso se nos acaba el abecedario. La indignación de las personas, colectivos y partidos que llevan años ampliando estas siglas y luchando por los derechos de quienes están representadas en ellas ha sido fulminante. No digamos la de las propias afectadas. Que la política intente sentar cátedra sobre cómo debemos definirnos o sentirnos en un plano tan íntimo como lo son el género o la sexualidad suena bastante medieval. No sabemos qué opina de verdad Maider Etxebarria sobre todo esto; aunque no le sirve de excusa, ella está haciendo lo que le mandan desde Madrid. Y desde allí, su partido parece tenerlo muy claro. Sin embargo, la política es un entorno más o menos longevo pero del todo efímero, por lo que igual es posible recuperar el sentido común y devolverle al colectivo lo poco que sigue siendo suyo. A mí me preocupa que ni siquiera en esta diversidad tan personal el Ayuntamiento sea capaz de ir de la mano; sin duda, quienes han optado por la resta conocerán a muchas personas a las que les afecte. Y la otra cosa que me preocupa más es por qué y desde cuándo aceptamos esa merma de respeto y derechos como si nada. Quizá la próxima vez no nos pase tan de refilón…
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