He reconocido aquí mi condición de ateo no practicante, lo que no me llena de orgullo porque carece de mérito. Si la fe es algo revelado, la falta de ella -al menos en mi caso- también lo es. Una simple epifanía a la inversa, o sea una ainafipé (así parece que sé griego) en la que dos cables sueltos de tu cerebro se juntan y te encuentras diciéndote a ti mismo: “Oye... un momento... ¿Estos no me estarán guindando?” Y se lo cuentas a un cura del cole que te conoce tan bien que ni intenta convencerte. Y al día siguiente, jugando a balonmano, sufres un esguince. Pero no lo asocias con un castigo divino sino con el empujón propinado por un cabrón con balcones a la calle cuando volabas hacia un gol cantado. Y sin embargo le deseas a ese animal que padezca todos los tormentos del Infierno, porque estas creencias no se disipan de un día para otro.
Y los años mutan en quinquenios y el peso social y cultural de la Santa Madre etcétera va a menos y toda la institución pone cara de vedette caduca suspirando un “con lo que yo he sido”. Un ejemplo reciente: un pollo chileno de 24 primaveras que atiende por Adrián Simancas Jaimes fue tragado por una ballena jorobada mientras practicaba piragüismo en Bahía Águila (Patagonia). Por suerte para él, el cetáceo lo expulsó poco después, bien porque no le pasaba por la garganta (se alimentan de plancton y microorganismos) bien porque se trataba de un técnico informático y el animalito prefirió reiniciarse y escupirlo como a un virus. ¿Y qué comenta el niñato después?: “Cuando estuve dentro de ella, me acordé de Pinocho”. Pinocho... ¿Y Jonás? ¿Eh? ¿El profeta que se puso chulo con Dios y se pegó tres días en el vientre de una ballena? No... Que le den a Jonás. Y ojo, que no me trago lo de Jonás como no me trago el vídeo de TikTok con el sobresalto gastronómico del remero-canapé. Estoy casi seguro de que piensa que Pinocho es un personaje de Roberto Benigni y no de Carlo Collodi (y el que no sepa quién es que lo busque). Lo que deja claro que la Biblia hoy vende menos que Machín en Laponia.
Y es que a fuerza de contradicciones El Vaticano no da una ni de palo. Titular: “El Papa Francisco ingresado en el hospital por una bronquitis”. Vulgo: “Dios proveerá, pero mientras vamos al médico”. O como he visto en mis últimos viajes a tanatorios y cementerios para sentidos adioses: confesión y extremaunción, responso en el tanatorio, responso en el entierro y funeral. Si te facturan cuatro veces no parece que haya un exceso de confianza en el destinatario. Vamos, que la fe puede ser ciega, pero no es ni sorda ni muda.