He comentado por aquí en alguna ocasión que a veces miro el panorama y me recuerda demasiado a los documentales sobre la Europa de los años 30 del siglo XX que suelo pescar en las noches de insomnio. Quizá rectifique porque últimamente pienso mucho en la Edad Media, ese tiempo que en clase nos definían como de oscuridad entre la caída del Imperio Romano y el Renacimiento. No sé si el proteccionismo comercial unilateral y malentendido que avanzó el Brexit y ha consagrado el trumpismo puede acabar derivando en una escena comparable al sistema feudal, pero sí que tengo cada vez más la impresión de que vivimos tiempos en los que determinadas corrientes políticas, que han logrado alcanzar el poder y permear grandes ámbitos de la sociedad, se han dedicado con éxito a usar el miedo como herramienta de control social y a fomentar y ensalzar la ignorancia como alimento de ese miedo. Los fenómenos negacionistas no se explican de otro modo: desacreditar el conocimiento, fomentar la ignorancia, alimentar el miedo, ofrecer al que tiene miedo falsas soluciones sencillas a esos problemas complejos. La primera víctima de este proceso es la verdad, necesario sacrificio para moldear la realidad a conveniencia. Está todo inventado y deberíamos tener los ojos bien abiertos.
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