Decía Belén Esteban que si se acababa Sálvame ella se marchaba a casa. Era mentira, Sálvame se acabó y ella sigue ahí, como todos los demás. Primero estuvieron en Tele 5, donde lo fueron todo; luego en Netflix, donde la cosa funcionó mejor en la expectativa que en la realidad; y, como no hay dos sin tres, ahora han vuelto en versión mesa camilla y con webcams en un plató (un cuarto de oficina, en realidad) tras chocarse contra la cruda realidad, que el proyecto de hacer más de lo mismo no ha convencido a ninguna cadena de televisión, así que han buscado asilo en las redes sociales (ya sabe, Twitch, Youtube…) siguiendo los pasos de aquella versión raruna del Un, dos, tres responda otra vez que el hijo de Chicho hizo en homenaje a Santo Tomás.
No son todos los que son, o estaban en Sálvame, solo los que quedaban por contratar después de que TVE se haya convertido en la particular agencia de colocación de Terelu, Lydia Lozano y otros telecinqueros sin programa, aunque cerró la puerta a Belén Esteban, que se postuló como jurado de ese programa de baile que ha fracasado valiéndose de una línea en su currículum que dice que ella ganó el voto del público del suyo, el equivalente a miss simpatía. Claro que, visto lo visto, alguien estará arrepentido del veto, porque el chuminero se ha quedado corto para arengar la tele pública.
Lo nuevo-viejo se iba a llamar Ni que fuéramos Sálvame pero, a última hora, Tele 5 les prohibió usar la palabra mágica y ahora lo llaman Ni que fuéramos Shhh, con la onomatopeya como prueba de que ya ni pueden pronunciar la marca, pero con las mismas ganas de liarla y casi la misma capacidad de llamar la atención, como si fueran un accidente de carretera que no puedes dejar de mirar, aunque da un poco penita verles con tan pocos medios.
Han empezado con Cristina Tárrega y su intento de descabezarlos ofreciendo a un par irse con ella a aquel programa que nadie vio y que a Tele 5 le ha parecido bien volver a hacer este verano. A su vieja casa la llaman ahora “la cadena de enfrente” y el primer día amagaron con ir a tocarles las narices empezando el programa allí apostados, pero como con las cosas de comer no se juega, convirtieron la promesa en humo en homenaje a los míticos cebos aquellos que se quedaban en nada, y se limitaron a tomarse un cacharro en la terraza de un bar que hay cerca.
A los que pagaron en Twitch para que lo hicieran (es la forma que tienen de pasar el cepillo en misa de cuatro) me temo que nadie les devolvió la pasta. Por lo demás, el programa sigue con los mismos gritos, sobreactuaciones y gaitas, porque ya sabe usted que replicar Sálvame es más fácil (y barato) que regalar coches y apartamentos en Torrevieja. Aunque el primer recorte ha venido ya en la merienda y en forma de muchas estrecheces. Habrá que ver cuánto aguantan... el verano acecha.