La de entrenador es una profesión de riesgo, más aún cuando la ejerces en un club de la exigencia del Baskonia. Joan Peñarroya, al igual que sus colegas, es consciente de los peligros que conlleva y que habitualmente suele ser el eslabón más débil cuando las cosas, como está sucediendo en este inicio de campaña, no salen bien.

Quizás por eso, pese a que nunca en su carrera ha sido destituido, se ha tomado esta semana tan surrealista con filosofía y profesionalidad mientras todos los medios de comunicación se hacían eco del deseo del club de prescindir de sus servicios y la candidatura de Dusko Ivanovic a sustituirle. Bravo por él.

El de Terrassa sigue siendo el mismo al que se renovó en verano y posiblemente haya seguido trabajando igual que lo hizo en la campaña anterior, pero la plantilla no era la misma. Nombres como el de Darius Thompson, Pierria Henry o Rokas Giedraitis son muy difíciles de suplir y el equipo lo está notando, especialmente en el puesto de base.

Termine como termine este culebrón, es innegable que Peñarroya nos hizo disfrutar como niños la pasada temporada con un juego muy vistoso y que está haciendo lo que está en su mano para que al Baskonia le salgan bien las cosas. Por ello y por la entereza mostrada en los últimos días, eskerrik asko.