Pregunta contra pregunta. “¿Se lo tenemos que pagar los españoles cuando les apetezca la traducción simultánea?”, se cuestionó en público el alcalde de Madrid evidenciando una estatura intelectual cortita. ¿Pero no habíamos quedado en que el euskera, el catalán y el gallego son lenguas tan españolas como el castellano? A lo que se ve y se oye, no. Ya lo apuntó el presunto heterodoxo Semper: usar lenguas cooficiales en el Congreso es “de canelos”. 

Por las lenguas mueren los tiburones de la España uniforme y por tanto de las dos Españas en realidad: la de PP-Vox y la del resto, la anti-España. No les dará para sentar sus reales en la Moncloa pero ellos perseveran en estigmatizar la diversidad, este caso idiomática, a la búsqueda de la homogeneización política mediante la estandarización social. Cuando las lenguas son antes que nada un patrimonio cultural compartido, más allá de ideologías, que debieran estar al margen de la confrontación partidaria. Por eso constituía una anomalía democrática que no se pudieran utilizar las lenguas cooficiales de un Estado plurilingüe justo donde reside la soberanía popular y en consecuencia tienen que sentirse representados quienes conviven en él. Oponerse hoy a esa normalización revela una ceguera dogmática colosal y además con pretextos tan inconsistentes como el coste, enarbolado por los mismos que ensalzan el gasto de 90.000 euros en un retrato del rey, o como la cesión política ahora al parecer abominable, soslayando cuánto catalán habló Aznar en la intimidad para ganarse el favor de Pujol.

Si el PSOE ha hecho virtud de la necesidad, pues ya era hora. Porque la cooficialidad lingüística consagrada en los estatutos vasco y catalán data de 1979, de 1981 en el caso gallego. Y la Constitución de 1978 explicita la obligación de los poderes del Estado de preservar esas lenguas en línea con la ONU y la UNESCO. Esa buena intención ha quedado emborronada sin embargo por el ministro Albares al priorizar el uso del catalán sobre el euskera y el gallego en la UE, cargando de razones al frente conservador con el argumento de las dificultades para dotar de oficialidad comunitaria a las tres lenguas a la vez cuando de momento el Consejo de Asuntos Generales ha aplazado el debate sine die. Y además con la justificación de que en catalán se manejan diez millones de personas cuando el euskera se habla más que los ya oficiales maltés, gaélico y luxemburgués. Al margen de que entonces todos anglófonos o chinos. Una torpeza que incluye glosar la insistencia de las autoridades catalanas en la oficialidad en la UE, como si no fuese una demanda firme de Lakua desde hace dos décadas, con doble carta la semana pasada del lehendakari Urkullu al Gobierno español en funciones en exigencia de un grupo de trabajo en Europa.   

A la espera de novedades en la UE y del efecto real en las relaciones del PSOE en especial con el PNV para la probable investidura de Sánchez, impacta tanta apología de la más grosera ignorancia, la miseria mayor, como afirmó Pérez Galdós. Ni con pinganillo les entra la lección de la tolerancia y la inclusión, oigan.