n ciertas ocasiones los acontecimientos nos deparan casualidades contrapuestas. El bien frente al mal, yin y yang, lo correcto frente a lo incorrecto o, como en el caso que trata esta reflexión, concordia vs. confrontación.

El fenómeno del terrorismo ha tenido momentos especialmente duros. Se debe reconocer que tiene el mismo rango el asesinato de un policía o militar que el de un niño, pero las consecuencias, su impacto, no son los mismos. Los asesinatos de Ernest Lluch, Miguel Ángel Blanco, José Luis López de Lacalle, los atentados de Vich o Hipercor, como antes el de Carrero, tuvieron un efecto devastador. Fueron volcanes en erupción. Pero si existe alguno que me afectó de una manera especial, fue el de mi amigo y compañero Juan Mari Jáuregui.

Por aquel tiempo, en la orilla socialista de aquel río de aguas turbulentas, solo un puñado de valientes se atrevía a apostar por el diálogo, la negociación y el acuerdo. Éramos apenas media docena, Juan Mari, Ernest Lluch, Dani Arranz, Odón Elorza, Gemma Zabaleta, Margarita Robles y especialmente Enrique Curiel. Después se nos fueron añadiendo Txiki Benegas, Jesús Eguiguren, este después de una comida que junto a Denis Itxaso tuvimos en Gorriti, un pueblo próximo a Leitza, o, a su manera, López de Lacalle.

Por eso el año 2000 fue especialmente duro para nuestro empeño en la construcción de puentes por los que comunicarnos. Primero Lacalle, después Jáuregui y finalmente Lluch nos dejaron arrebatados por una violencia irreflexiva y nos quedamos diezmados y sin argumentos. Quizás porque quienes los idearon deseaban la fórmula de tierra quemada. Dar una lección a los constructores de puentes de ambas orillas.

A pesar de ellos y con la incomprensión y crítica de la mayoría de los nuestros, continuamos nuestro esfuerzo y nuevos puentes surgían a cada uno que nos destruían, con la ayuda en el otro lado de gentes como Patxi Zabaleta o posteriormente Pernando Barrena.

Hoy en día, lamentablemente, nos han sustituido “mediadores de la nada”, oportunistas de tres al cuarto en busca de reconocimiento y, de paso, un puesto de trabajo. Ya nada es como antes y aquel espíritu generoso de concordia ha desaparecido con honrosas excepciones como el Foro Social Permanente. Eso, a pesar de los años que ETA dejó de existir.

Recuerdo perfectamente lo que sucedió el día del asesinato de Jáuregui. Me llamó otro gran amigo, Dani Arranz, que se encontraba pasando unos días en el Balneario de Fitero. Los tres habíamos seguido la misma andadura de tránsito por el EPK hacia el PSOE. Vivimos la traumática experiencia de la quiebra del PCE en el final del mandato de Santiago Carrillo. La cruenta batalla entre carrillistas y renovadores fortaleció nuestra amistad. Aquel viaje, la dura conversación de Dani con el por entonces ministro del Interior, Mayor Oreja, recordándole que Juan Mari había sido gobernador civil de Gipuzkoa y él de Bizkaia y que les había dejado a los pies de los caballos sin escolta, fue imposible de olvidar. Que, para mayor impacto, nos acompañara otra víctima de la sinrazón terrorista lo grabé a fuego para siempre en la memoria.

Después, la emoción de encontrarnos con Odón y especialmente con su viuda Maixabel. La foto de Dani abrazado a su féretro debería figurar presidiendo muchos despachos oficiales.

Momento especial fue la situación creada a la llegada a la sede del PSE de Donostia del lehendakari Ibarretxe y Josu Jon Imaz y cómo fuimos capaces de arroparles en un momento de máxima tensión.

A partir de ahí, he seguido la valiente trayectoria de Maixabel Lasa, su apuesta, abandonando el odio, por situarse en el terreno del diálogo y el acuerdo. De aquello que durante la democracia los comunistas defendimos con ardor: la reconciliación.

Ahora la expone a través de una gran película llena de sensibilidad y generosidad y valentía, Maixabel, de Icíar Bollaín. Realmente emociona, enaltece su figura, su valentía y especialmente su generosidad.

Que aceptara situarse cara a cara con el asesino de su marido, dialogar con él, incluso perdonar lo que para el resto sería imperdonable, le da una altura ética que quizás genere incomprensión.

A través de ese instrumento se va a escuchar la voz de Maixabel, el día que se escuche la de los pocos que quedamos que en esos instantes estuvimos en primera línea a favor de la comunicación y la reconciliación, se acabará de entender lo que sucedió.

Ahora esas voces permanecemos acalladas por el griterío ensordecedor de los oportunistas recién llegados, ocultos entonces cobardemente bajo el manto de las mesas. Una injusticia y una pena.

Por una cabriola cruel del destino ese acontecimiento luminoso ha coincidido con otro oscuro; la marcha inmoral de apoyo a Henri Parot, uno de los asesinos más crueles y sanguinarios de ETA.

Lamentar este hecho y, sobre todo, la posición errónea de la izquierda abertzale. Debemos reconocer que en los últimos tiempos han dado pasos de gigante para su integración en el sistema democrático, pero aún les queda alguna asignatura pendiente, como el tema de los recibimientos públicos y multitudinarios de presos etarras.

En este caso la asignatura era una de las importantes y la han suspendido de manera rotunda. Mal, muy mal, porque además dejan sin argumentos a quienes, como las gentes del Foro Social, durante muchos años llevamos trabajando para defender sus avances.

Esa cobardía nos duele profundamente y recorta crédito a su esfuerzo. Deben entender que dificultan el trabajo realizado para que el resto de la ciudadanía del Estado los vea como una fuerza realmente democrática y así entorpecen los pasos dados hacia la reconciliación, a favor de una paz real y definitiva.

Hasta que no sean capaces de dar esos pasos por el camino de la concordia, no se ganarán el respeto imprescindible, que incluso los lleve a conseguir los apoyos suficientes para poder gobernar.

Se lo deben a las gentes del resto del Estado, a nosotros, e incluso a ellos mismos, a los suyos.

Maixabel y Parot, la luminosidad frente a la oscuridad, la valentía generosa y la cobardía egoísta, paz y guerra, concordia vs. confrontación. Dos caras de una moneda que produjo demasiado sufrimiento a este país (ponga aquí cada cual lo que desee).

Ojalá nuestro futuro se parezca mucho más a Maixabel que a Parot. Veremos. * Exparlamentario y concejal de PSN-PSOE