La concesión al Gobierno de Gran Bretaña de una prórroga hasta el 31 de octubre para que intente la ratificación por la Cámara de los Comunes del acuerdo sobre el Brexit que estos ya han rechazado tres veces vuelve a mostrar la complejidad de las resoluciones en la UE y la falta de contundencia en las decisiones que afectan a su futuro, derivada de los intereses estatales con que está estructurada la Unión. De hecho, respecto al 15 de enero, cuando Westminster rechazó la propuesta de May por 230 votos (luego lo haría otras dos veces, por 149 y 58 votos el 12 y 29 de marzo) la prórroga no supone avance y si la premier no alcanza un acuerdo con los laboristas, que se sigue antojando improbable, la situación y alternativas son idénticas: segundo referéndum, dimisión de Theresa May y elecciones o renuncia al Brexit. Si no se añade a estas la opción de una salida caótica -que nunca ha deseado ninguna de las partes- es solo porque la única determinación nítida al respecto se tomó hace una semana en la Cámara de los Comunes (con la rotundidad de 390 votos a 81) y la Cámara de los Lores, al convertir en ley la moción conjunta impulsada por la laborista Yvette Cooper y el conservador Oliver Letwin que impone la obligación legal de impedir un Brexit sin acuerdo. Era, por cierto, la primera vez en la historia que una iniciativa de backbenchers (diputados casi anónimos de las últimas filas de los Comunes) se convertía en ley sin el impulso de los dos principales partidos ni del Gobierno. Sin embargo, si nada, más allá del plazo, parece cambiar para May; todo lo contrario sucede con la UE, en la que los líderes estatales han dejado a Londres fuera de la Comisión, de las decisiones, pero han permitido que las elecciones al Parlamento Europeo -y su configuración- queden al albur de un acuerdo ajeno (el que puede alcanzarse o no en los Commons), ya que la prórroga obliga a Gran Bretaña a participar en los comicios europeos del 26 de mayo si no consuma la salida antes del 22 de ese mes, lo que hoy parece difícil, y a que los eurodiputados británicos dejen su escaño si se confirma después la salida. Lo que no es baladí. No solo porque no se daría la reestructuración del Parlamento con 27 diputados más a repartir en otros 11 miembros (5 más en el Estado), sino porque los escaños británicos son 73 de 751 (el 9,7%) -los sondeos anuncia triunfo laborista- que podrían dar o quitar la mayoría en la Cámara de la UE.
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