circula por ahí un vídeo en el que un tipo explica por qué los ricos son más listos y audaces que los pobres, personas mediocres y timoratas que no llegan ni a fracasar porque nunca arriesgan. El rico se la juega, y si pincha, persevera hasta elevarse por encima de los pobres, que no tienen dónde caerse muertos porque se lo merecen, venía a decir. A mi los primeros que me han venido a la cabeza al pensar en ricos espabilados y sin miedo al fracaso han sido Bernard Madoff y Los Castañita. Bien, empecemos por el erróneo punto de partida de la tesis de este hombre sobre el éxito personal en la vida, que cuantifica en euros. Esto se desmonta rápidamente; ricos infelices los hay a patadas, y si bien es cierto que carecer de recursos es una desgracia, tener demasiados a veces puede traer consigo muchos dolores de cabeza. Por otro lado, resulta llamativo que presuntos seguidores de los Evangelios como los que exhiben el vídeo en sus colegios compartan tal criterio, y desde aquí les invito a que antes de enseñar estos valores a la juventud intenten meter un camello por el ojo de una aguja. Ellos ya saben a qué me refiero. Por otro lado, también hay gente forrada por su prudencia y sentido común, o por herencia, o por pegarle bien al balón. Pocos lo consiguen, sospecho, publicando vídeos de autoayuda en Youtube.
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