El presente aparece como un año doloroso en materia de siniestralidad laboral. Hemos asistido a diversas muertes en el puesto de trabajo que alimentan la lógica alarma. Sin ceder a este sentimiento, puesto que la estadística acredita que la evolución de la siniestralidad es positiva en Euskadi, no podemos perder de vista que los técnicos en la materia tienen identificados -como acredita hoy en entrevista en las páginas de este diario el director de Osalan, Alberto Alonso- factores que aparentemente no entran en nuestros cálculos pero que revierten en un mayor o menor riesgo de accidente. Hay algunos muy evidentes, como la dotación de fondos a la prevención, que debería haber dejado de considerarse un gasto para entenderla como la inversión positiva y productiva para las empresas que es. Junto a ella, la propia responsabilidad individual y colectiva de empresarios y trabajadores. No se puede depender de la acción coercitiva de las instituciones para asegurar el estricto cumplimiento de la normativa de seguridad. El control, aunque necesario, no sustituirá nunca a la concienciación de todos los implicados. Dotar a un trabajador de una línea de vida en altura no ralentiza su trabajo, lo asegura; cumplir rigurosamente los protocolos de comunicación en la sucesión de turnos a la hora de manipular mercancías pesada o peligrosas evita riesgos por falta de información; disponer de los debidos descansos permite mantener la atención. Y así decenas de prácticas que damos por supuestas pero que se revelan como los pequeños errores encadenados a la hora de identificar las causas de un accidente laboral, como dicta la experiencia. Una reflexión añadida tiene que ver, inevitablemente con la calidad del empleo. El 40% de los accidentes laborales en la industria lo copan las contratas. La rotación excesiva en empleos de escasa duración redunda en mayor riesgo porque el primer mes que un trabajador desempeña un nuevo empleo es crítico en materia de seguridad y concentra un porcentaje significativo de errores que derivan en siniestro. Someter permanentemente a los trabajadores a una curva de aprendizaje por la corta duración de sus contratos les pone en riesgo. Y, por supuesto, el diálogo. La negociación colectiva permite profundizar también en materia de seguridad laboral. No aprovecharlo es irresponsable.
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