Casi parece que ocurrió hace un siglo, en una galaxia muy muy lejana, pero hubo una votación de Presupuestos en el Parlamento Vasco en la que los grupos del entonces Gobierno Vasco tripartito echaron cuentas mirando a la bancada de la oposición y pisaron el acelerador de las intervenciones logrando adelantar el momento de la votación. Pese a la carrera, Jaime Mayor Oreja, que venía desde Madrid, no logró llegar al salón de plenos antes de que se cerrarán sus puertas preceptivamente para iniciar la votación. Resultado: el Ejecutivo logró sacar las Cuentas contra pronóstico, 36-35. Es un ejemplo de lo compleja que puede llegar a ser la vida de una Cámara legislativa para un Gobierno en minoría. Por estas latitudes sabemos bastante de esto, de hecho prácticamente es lo normal. Pero en Madrid, una legislatura larga de rodillo después, parece que al PP le ha pillado muy desentranado lo de atar acuerdos para superar la minoría parlamentaria y acaba de comerse un insólito rechazo del Congreso a convalidar un decreto ley -el de la estiba-, con una espantada de última hora de su socio, Ciudadanos, que al ver que la votación estaba perdida -pese a haber logrado atraer el apoyo del PNV-, optó por la abstención. Siguiente asalto, los Presupuestos Generales del Estado.
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