Cada día cojo mi vehículo para bajar a Vitoria desde un pueblecito de la Sierra de Badaya. Cada día me maravillo de los colores cambiantes de los campos y los cielos, casi siempre éstos, con algún tipo de nubes. Ahora, la oscuridad va ganando terreno y destacan más las luces de Gasteiz y las del aeropuerto. A veces algún avión llega temprano a Foronda bordeando la iglesia de Estarrona. Los cerros de la Llanada habitados desde antaño siempre sacan la cabeza, aunque el mar de nieblas se aferre al fondo del valle.
En la radio suenan los anuncios de cada día, salpicando las informaciones de refugiados, corrupciones diversas y estado de las carreteras. Estoy en esto cuando una voz familiar desde las noticias de la radio me sobresalta: Vitoria-Gasteiz asume el reto de organizar una nueva Copa del Rey de baloncesto, ante la negativa de otras ciudades de abonar un canon de más de 1.000.000 de euros. Así, sin más, otra noticia que no merece ni un breve comentario? ni de periodistas ni de representante político alguno. En ese momento estoy a la par de Mártioda, la silueta de su casa torre destaca sobre las oscuras nubes aún débilmente iluminadas y me mira, como cada día. Yo no le devuelvo la mirada, sólo la miro de reojo, pues cada día, desde lo alto, me recuerda quién fue y el estado de indigencia en el que se encuentra, con la cubierta desmoronada, esperando un fatal desenlace. Y me muero de vergüenza, como cada día.
Algo se me revuelve por dentro. Las mismas instituciones que justifican el incremento de impuestos ante sus penurias económicas y a las que no les llegan los fondos para cantidad de iniciativas y proyectos, deciden alegremente ser extremadamente generosos con el dinero público. Todos a una.
Después de oír la noticia, me espero la coletilla justificativa de lo que repercutirá en la economía de la ciudad. No es la primera que se organiza y yo, personalmente, ni en mi entorno he visto este efecto revitalizante en la economía. Tal vez si lo vean algunos empresarios locales dispuestos a ceder lugares de honor a tan generosos mentores en las mejores tribunas del circo que corresponda. Tampoco he oído la clásica de pasear el nombre de Vitoria y Álava por el mundo mundial. Uno puede sentirse orgulloso ante la exposición de las cosas bien hechas, como la restauración de la catedral de Santa María. Pero me imagino también en un panel expositor, al lado de este elogiado proyecto, un mural con imágenes actuales de la Torre de Mártioda, paseando por las ferias internacionales las vergüenzas con label alavés (o denominación propia como ahora se dice).
He de reconocer que me encanta el baloncesto pero eso no me nubla la razón y el sentimiento de lo que es prioritario e importante y lo que no? En fin, que yo propongo que la Copa del Rey, aunque no sea muy popular, se celebre en?¡Mártioda!